Cuando un adulto pierde la visión, lo primero que llega es la depresión, además de las múltiples interrogantes que surgen y hacen que se ahoguen en un mar de dudas, siendo la principal: Y ahora, ¿qué voy a hacer? Para esas personas que perdieron la visión existe una luz entre tanta oscuridad: el Patronato Nacional de Ciegos, que se encarga de ayudarlos a salir de la depresión, a que recuperen sus habilidades para realizar sus actividades cotidianas y a enseñarles diferentes oficios para que se puedan insertar al mercado laboral.
El Patronato Nacional de Ciegos graduó el pasado jueves a 145 personas ciegas y de baja visión que completaron su proceso de rehabilitación en áreas como masaje corporal, informática y artesanía, entre otras, en el centro de Santo Domingo, y el Programa Comunitario en las provincias del Sureste del país.
Testimonios
Héctor Julio Rodríguez, de 44 años, quien se graduó con honores el pasado jueves en el Patronato Nacional de Ciegos y ha creado su propia empresa de suapes, perdió la visión hace dos años en solo tres meses.
“Mi vida era normal, yo era un hombre de trabajo que llevaba todos los ingresos a mi casa con una fritura que tenía en San Pedro de Macorís”, contó.
Expresa que comenzó a tener problemas en la visión y fue al médico y le recomendaron medicamentos y gotas en un hospital de San Francisco de Macorís, pero los resultados no se veían. Decidió trasladarse a Santo Domingo y fue operado en dos ocasiones.
Antes de practicarse las cirugías podía ver un poco, pero después la perdió de manera total.
El tiempo que duró para perder la visión completamente fue tres meses.
De acuerdo a los médicos, la ceguera de Rodríguez, quien tiene tres hijos, fue provocada por el desprendimiento de retina, por ser diabético.
“En ese momento yo sentía que mi vida se había destruido, que todo se había derrumbado. Yo estaba muy triste, golpeado, pero gracias a Dios que yo soy cristiano y Dios siempre estaba conmigo, porque de lo contrario creo que no estaría vivo”, dijo.
Puntualizó que sus familiares estuvieron con él desde el primer día. “Me decían que no me pusiera triste, que la vida continúa y que estarían conmigo siempre, y así ha sido, gracias a Dios”, agregó.
En sus visitas a una clínica en Santo Domingo, un doctor le insistió para que ingresara al Patronato y fuera independiente.
“Yo siempre andaba con dos de mis hermanas y cada vez que él me veía me decía que tenía que ser independiente, porque soy un hombre joven, hasta que me convenció y comenzamos a hacer las diligencias para poder entrar”, expresó Manifestó que desde que entró al Patronato en febrero de este año, sintió que su vida comenzaba a cambiar.
“Al principio yo no quería ir al Patronato, porque sentía que mi vida se había acabado por perder la visión, e incluso, tenía una depresión tan fuerte que duré un año sin salir de mi casa, solo me movía de la habitación a un mueble que tenía en la sala, y no hacía más nada”, recordó.
Reveló que en el Patronato le han enseñado a desplazarse y buscar lo que quiere. “En mi casa yo lleno los cubos de agua de nevera, soy el que friega dos veces por día, yo lavo la ropa de todos dos veces a la semana y hago muchas cosas para sentirme útil, porque mis hijos y esposa trabajan”.
Dijo que la ayuda en el Patronato ha sido excelente.
La historia de María Esther Veloz Lorenzo, de 31 años, es similar en cuanto a la pérdida de la visión.
Hace seis años María Esther Veloz Lorenzo trabajaba como ama de casa. En varias ocasiones se le iba la visión por algunos segundos y decidió dejar su trabajo, porque pensaba que su problema se relacionaba con lo que hacía.
“Yo dejé el trabajo y comencé a ir al médico y me dijeron que me iban a operar, pero el tiempo que me dieron para hacerme los análisis y todo lo que conlleva una operación fue tanto, que antes de operarme perdí la visión completamente.
Todo fue muy rápido, perdí la visión completa en tres meses”, expresó.
Veloz Lorenzo, quien tiene cinco hijos y vive en San Cristóbal, cuenta que cuando perdió la visión lo que siempre se preguntaba era: ¿Dios mío, qué voy a hacer? “Comencé a pensar en todo lo que iba a dejar de hacer por tener esta discapacidad y caí en una depresión grandísima, porque yo no sabía cómo iba a salir de esto”, expresó.
Reveló que hace un año le recomendaron el Patronato y ha visto muchos resultados. Se graduó de masajista y puede hacer todas las actividades de su hogar, como cocinar, lavar la ropa y hacer todo lo que tiene que ver con mis hijos, porque tiene uno de solo un año.
Dijo que actualmente está aprendiendo a hacer suápes en el Patronato y hace jabón líquido para venderlos.
(ListinDiario)