Simplemente, no podía irse de allí, pero reconoce que estaba preocupado. “Esos tipos vinieron a asesinarnos, a matarnos. No hay ninguna duda”, rememora y, zanjando el asunto, promete que exigirá cuentas a Trump.
Con los manifestantes dentro del Capitolio, las horas se hicieron eternas. Las autoridades comenzaron a organizarse para enviar allí a unos mil soldados en la reserva y, entretanto, los seguidores de Trump se paseaban por los pasillos como si nada, haciéndose fotos hasta en la oficina de la demócrata de mayor rango, Nancy Pelosi.
Sobre todo, había mucha incertidumbre, cuenta a Efe la reportera colombiana Alejandra Arredondo, de la Voz de América, que se atrincheró en el sótano del Capitolio con otros cuatro periodistas.
La sala donde estaban no tenía pestillo, así que colocaron unas sillas en la puerta con la esperanza de que si los manifestantes intentaban entrar tuvieran dificultades para hacerlo.
DETALLE
Confusión. Hubo un momento “muy duro” en el que la reportera colombiana Alejandra Arredongo se dio cuenta de que “la cosa era muy seria”: dos policías, que claramente no sabían muy bien qué hacer, llegaron hasta donde estaban los periodistas para pedirles agua porque tenían gas en los ojos y, cuando recuperaron la vista, comenzaron a charlar.“Ellos -recuerda- nos decían ‘¿qué van a hacer acá? La cosa está muy fea, quédense acá si pueden, no creo que los encuentren’. Fue un momento como de ¡Guau!