Tras días de vigilias y funerales en el estado al que representaba, Arizona, y en el Capitolio de Estados Unidos, donde sirvió durante más de 30 años, McCain escogió la catedral de la capital estadounidense para que recibir su gran despedida, para la que orquestó, de primera mano, todo un símbolo de unidad política.
En las primeras filas del templo se sentaron Bill y Hillary Clinton; Barack y Michelle Obama; George y Laura Bush; y Alan y Mary Elizabeth Gore, pero también se podía distinguir entre los asistentes a senadores de todo el espectro político, desde la progresista Elizabeth Warren al republicano y gran amigo de McCain, Lindsay Graham.
La primera en dirigirse a los asistentes fue su hija Meghan, quien reivindicó “la grandeza” de Estados Unidos y aseguró que el país al que representó y defendió su padre “no necesita ser grande de nuevo, porque siempre lo fue”.
“Fue un gran hombre. Nos reunimos aquí para llorar la muerte de la grandeza estadounidense. La real, no la retórica barata para los hombres que nunca se acercarán al sacrificio que él ofreció tan voluntariamente, ni la apropiación oportunista de aquellos que vivieron vidas de comodidad y privilegio”, dijo la hija del senador, en una alusión velada al presidente estadounidense, Donald Trump.
Hace meses, conocedor de la gravedad de su cáncer cerebral, el senador McCain pidió explícitamente que el mandatario no fuera invitado a sus exequias, después de duros enfrentamientos políticos con él, tras lo que Trump llegó a insultarle duramente a través de las redes sociales.
Mientras se celebraba el funeral, el presidente fue a jugar a su club de golf a las afueras de Washington, aunque a la ceremonia sí acudieron la hija del multimillonario Ivanka Trump y su esposo, Jared Kushner, así como varios miembros de la Casa Blanca, como el jefe de gabinete, el general John Kelly, y el secretario de Defensa, James Mattis.
McCain, quien quiso hacer de su adiós un lugar de encuentro para aquellos que han dedicado la vida a servir por Estados Unidos, solicitó a los expresidentes George W. Bush (2001-2009) y Barack Obama (2009-2017) que ofrecieran sendas elegías en la ceremonia, aunque entre ambos truncaron su sueño de llegar a la Presidencia del país.
En su intervención, Bush destacó el “respeto” de McCain hacia “la dignidad inherente en cada vida, una dignidad que no se detiene en las fronteras y que no puede ser borrada por los dictadores”, y subrayó el profundo desprecio que profería el senador hacia “el abuso de poder”.
“Era honorable, siempre reconociendo que sus oponentes todavía eran patriotas y seres humanos. Amaba la libertad con la pasión de un hombre que conocía su ausencia”, agregó el expresidente, en alusión al tiempo que McCain pasó como prisionero de guerra en la Guerra de Vietnam.
Minutos más tarde, fue el turno de Obama, quien en un discurso un poco más largo, insistió en el sentido de Estado que desplegó McCain a lo largo de su vida, algo que, pese a sus desacuerdos, los hizo estar “en el mismo equipo”.
“Nuestra política, la vida pública, el discurso público puede parecer pequeño, mezquino y desagradable. Un tráfico de insultos y falsas controversias -agregó Obama-. La política que pretende ser valiente y dura, pero de hecho nace del miedo. John nos llamó a ser más grandes que todo eso”.
Obama recordó las batallas electorales que tanto él como Bush libraron contra McCain en su camino a la Casa Blanca, una pelea que, según dijo, les hizo “mejores presidentes”.
El exmandatario quiso también recordar a su viejo rival con una sonrisa, y aseguró a los asistentes que prueba de la “irreverencia” del senador era su deseo de reunirle a él y al expresidente Bush para dar un discurso público en el mismo acto, su funeral.
“A John le gustaba ser impredecible, incluso un poco irreverente. No tenía interés en conformarse con una versión prefabricada de lo que debería ser un senador”, dijo Obama.
“Después de todo -bromeó el exmandatario-, ¿qué mejor manera para obtener una última risa que hacer que George y yo digamos cosas buenas de él a una audiencia nacional?”.