Siete preguntas y una gran incógnita: la posible reelección indefinida de Rafael Correa, quien aspira a que se abra la posibilidad a poder presidir de nuevo en el futuro un Gobierno que lideró durante 10 años. En España, más de 175.000 ecuatorianos están llamados a las urnas este domingo en un referéndum constitucional convocado por el actual presidente y antiguo aliado de Correa, Lenín Moreno, que definirá el futuro de su predecesor, cuya vuelta a la primera línea política ha polarizado el país. Pese a la distancia, estos votantes no escapan a la división generada por la batalla entre el líder bolivariano y su exvicepresidente, al que acusa de haber traicionado su legado en un giro a la derecha.
Vladimir Paspuel, presidente de la Asociación Rumañahui que ofrece apoyo a los ecuatorianos fuera de su país, no está ni con Moreno, ni con Correa. Ni por el "sí", ni por el "no". Para Paspuel la consulta es “un acto de egoísmo” que aboca a Ecuador a una encrucijada y lamenta que esta contienda haya derivado en una confrontación estéril que solo ha conseguido enfrentar a sus compatriotas: “No hay debate, no hay intercambio de ideas. Solo ataques”, concluye.
“Es una consulta inconstitucional. Lo que se quiere es engañar a la gente y legitimar un Gobierno sin apoyo social”, asegura Armando González, de 30 años, que lleva más de media vida afincado en Madrid. González cree, como defienden los seguidores de Correa, que la convocatoria del referéndum es una maniobra política para deslegitimar el legado del expresidente. Asegura que votará ‘no’ en todas las preguntas y que lo hará especialmente convencido en la tercera, que propone retirar de sus cargos las autoridades de control nombradas durante el correismo.
Pablo Bustán, de 26 años, se inclina por la opción opuesta y afirma que gracias a Lenín Moreno “han salido a la luz los trapos sucios del anterior Gobierno”, como el caso Odebrecht, por el que el pasado diciembre el exvicepresidente Jorge Glas fue condenado a seis años de cárcel, acusado de un delito de asociación ilícita. Bustán, que regresa a Ecuador en dos semanas después de terminar un máster en Sistemas Electrónicos en España, ve con esperanza el futuro y desea que la victoria del "sí" confirme el “cambio de rumbo político” que vive el país y que ha anulado “la prepotencia de los simpatizantes de Correa”.
La voluntad de Correa de mantenerse en el poder —igual que Evo Morales, autorizado por el Tribunal Constitucional boliviano a un cuarto mandato, pese al rechazo de la población en un referéndum en 2016— no es incompatible para algunos ecuatorianos con la salud democrática de un país. “¿Cuántos años lleva Angela Merkel gobernando en Alemania? No veo sentido a limitar los mandatos, si es el pueblo el que los elige democráticamente”, argumenta Deisy Chuquirima, de 40 años. Chuquirima dice no decantarse por ningún líder político, pero afirma: “Correa ha hecho cosas buenas y cosas malas, sin embargo en estos últimos 10 años se ha reconocido a Ecuador por primera vez en el mundo por cosas positivas”.
La gran mayoría de las encuestas —Cedatos, Click, Diagnóstico— han dado una amplia ventaja al ‘sí’ en todas las preguntas, mientras en la recta final de la campaña se ha producido una escalada de tensión. En su defensa del ‘no’, el expresidente ecuatoriano se ha enfrentado a insultos y acciones violentas contra su persona. Según Vladimir Paspuel, estos incidentes son el reflejo de la división que la consulta ha generado en Ecuador. “Se ve en las redes sociales. Hay insultos y no se respeta al adversario ni las ideas contrarias”, comenta el representante de la Asociación Rumañahuisí. El “creciente fanatismo” que se está apoderando de la sociedad ecuatoriana compromete, según él, las aspiraciones democráticas que persigue el país latinoamericano.
(Fuente: El Pais)