En Bogotá, Ángela López se pregunta por qué. En Sincelejo, Mirlena Otero se pregunta por qué. Dos mujeres, dos mamás perdieron a sus hijos y nieto: un gay y un chico trans. Las presiones sociales en un lugar o en otro son las mismas. La intolerancia es una realidad que conduce al odio, y de allí a los crímenes.
Ángela y Mirlena son mujeres valientes, endurecidas por los dolores del parto, la crianza y la muerte; pero sus ojos son espejos de sentimientos hechos nudos gordianos.
“Las cicatrices del alma nunca sanan cuando te matan a un hijo”, dice Mirlena.
El triste final de la reina gay
Mirlena fija su mirada en un punto indeterminado, seguro en la procesión que lleva por dentro.
“Soy la mamá de Oriana Nicole Martínez Otero, una chica trans que fue asesinada en La Guajira el 17 de agosto de 2016”. Su relato comienza y se quiebra cuando repasa las fotografías de un álbum amarillo. Bautizó a su hijo como Rody Armando Martínez Otero. En las fotos el niño rubio luce sonriente en la humilde casa en Sincelejo, en las calles, en la playa. En otra imagen el chiquillo está desnudo, así como su madre desnuda sus recuerdos.
“No sé el motivo por el cual yo no me daba cuenta, quizás por el trabajo o porque yo era la mamá y no lo quería aceptar”. Mirlena se refiere a la condición sexual que comenzó a aflorar en el chico en forma de ponerse los vestidos de su hermanita Cristel. “Como era mi hermano, no tenía la capacidad de entender las cosas todavía”, dice Cristel, quien tiene hoy 31 años.
Mirlena habla de que la vida no fue fácil, pero acabó por aceptar lo que no podía cambiar. Lo vio por primera vez vestido de mujer a la edad de 16 años. Recorrió ciudades como Cartagena y Medellín buscándolo para que volviera a su hogar donde estaría protegido.
“Pero él era como era, quería andar, recorrer el mundo. También olvidar los dolores de haber perdido a un gran amigo, Marcos Téllez, también trans. Se hacía llamar Karina y fue asesinada en Corozal”. “Mi hijo sufrió. Oriana sufrió”, dice Mirlena.
Tan claro es para ella el dolor, como la confusión al expresarse. “Y no porque no la reconociera como ella quería. Es que soy la mamá y para mí fue Rody y también fue Oriana”. Baja la mirada, otra vez llora. La vida de Oriana fue agridulce, siempre. Primero estigmatizada. Pero poco le importó. Montó su salón de belleza en Sincelejo. Se mudó a Medellín. A rastras volvió a Sincelejo y luego se fue a Valledupar y Riohacha y en esta última ciudad encontró la muerte.
Se puso una cita a ciegas con un hombre y la hallaron acuchillada. El Instituto Nacional de Medicina Legal revela que 408 personas LGBTI han sido asesinadas en los últimos 11 años En el pasado Oriana Nicole había sido desplazada por un grupo paramilitar en Sincelejo (Sucre), que se dedicó a intimidar a un grupo de mujeres trans trabajadoras sexuales que se ubicaban en la vía El Maizal, donde varias de ellas eran golpeadas y amenazadas.
Según datos del Observatorio del Centro Nacional de Memoria Histórica, 142 personas LGBT fueron asesinadas en el marco del conflicto armado colombiano. Oriana Nicole siempre se sobrepuso a la adversidad. Al final, la esperanza y fe en lo que decidió ser, no fue suficiente para seguir viviendo y sonriendo.
La historia imborrable de Andrés está en un diario Andrés Felipe Lesmes López tenía 20 años, cursaba tercer semestre de Historia en la Universidad Nacional y vivía con su mamá y sus dos hermanos menores en un apartamento en Suba, Bogotá.
El sector no les gustaba mucho y, aunque la situación económica no era la mejor, habían decidido mudarse a otro barrio a partir del año siguiente. Era diciembre de 2005. Esa Navidad la pasaron con la familia materna, en medio del cariño y la alegría que tiende a contagiar a medio mundo durante esa época. Andrés era el “pegante” de la familia, esa persona que lograba organizarlos, reunirlos y sentarlos a compartir en un mismo espacio.
Como su mamá, Ángela, tenía un carácter fuerte (lo que a veces desesperaba a muchos de sus seres queridos), era un escritor asiduo y amaba leer. Carlos, su hermano, lo consideraba un ejemplo a seguir a pesar de las típicas peleas que entre ellos surgían y de que Andrés le robaba sus chistes de vez en cuando.
El 26 de diciembre Andrés y Ángela salieron a mirar apartamentos y a caminar por la ciudad. Ella es una comunicadora social que trabaja como profesora de bachillerato y asumió la formación total de sus hijos mientras vivieron en Boyacá.
Andrés la describió en su diario, dos meses antes de morir, como “sin duda la mejor amiga que tengo. Custodia de mi amor eterno”. Fueron Ángela y Carlos quienes encontraron a "Pipe", como le decían, esa tarde del 27 de diciembre lívido sobre su cama, con las manos amarradas y un cinturón alrededor del cuello.
Tres personas entraron la noche anterior a su apartamento a tomar con él y salieron de madrugada sin mediar palabra, sin que nadie conociera su identidad. Ni Carlos ni Ángela estaban esa noche y fue solo hasta el día siguiente que se dieron cuenta de la atrocidad que aquellos desconocidos cometieron contra Andrés.
“¿Por qué, por qué lo mataron?”, se pregunta Ángela con la voz llena de rabia y dolor. “¿Por ser gay? ¿Esa es una razón? ¿Por qué mi bebé tenía que sufrir?”.
Una realidad galopante, que duele
Wilson Castañeda, de la organización civil Caribe Afirmativo, asegura que de cada 10 homicidios que se presentan hacia las personas LGBT, solamente en 4 de cada 10 casos la Fiscalía avanza en la investigación para identificar si hay un presunto móvil de prejuicio, en los otros seis la Fiscalía hace caso omiso a la orientación sexual o identidad de género de las víctimas.
Relata un caso que marcó el punto más alto de estos crímenes cometidos con sevicia, con odio. Los hechos ocurrieron en el 2015 en San Marcos, Sucre, en donde el tema se habla en voz baja. En ese año, 2015, asesinaron a tres personas trans en ese municipio, dato que se sumó a las estadísticas macabras contra la comunidad LGBT en el Caribe.
Relata Castañeda que cinco miembros más fueron muertos en el Atlántico, dos en el Cesar, dos en Córdoba y dos en el Magdalena. Las historias de las víctimas fueron las de siete hombres gays, cinco mujeres trans y dos mujeres lesbianas. Las fronteras que demilitó el prejuicio se tiñeron de muerte, pero sobre todo de silencio.
Los crímenes contra la población LGBT en muchos casos resultan ser sombras en distintos lugares de Colombia, todo ello producto del miedo a la denuncia.
(Fuente: El Nuevo Dia)