El secretario del Foreign Office británico, Boris Johnson, visita este sábado Teherán en busca de la liberación de Nazanin Zaghari-Ratcliffe. Se trata de una ciudadana iranobritánica detenida en Irán desde 2016 y condenada a cinco años de cárcel por “intentar derribar al régimen”. Más allá de su trabajo, Johnson tiene un interés personal en esta misión. Unas declaraciones suyas diciendo que la detenida entrenaba a periodistas iraníes parecen haber motivado una nueva cita judicial, mañana domingo, en la que su condena corre el riesgo de aumentar 16 años.
Johnson ha prometido “mover cielo y tierra” en sus esfuerzos por liberar a Zaghari-Ratcliffe, de 38 años. No obstante, el Reino Unido ha desmentido que el caso esté vinculado a la deuda de 450 millones de libras (510 millones de euros) que aún no ha devuelto a Irán debido las sanciones que pesan sobre las fuerzas armadas de ese país. El lenguaz político, que abordará el caso con su homólogo iraní, Mohamad Javad Zarif, ha pedido que se la deje en libertad por razones humanitarias, ya que la mujer, que trabajaba para la Fundación Thomson Reuters, tiene problemas de salud.
Nazanin Zaghari, una iraní nacionalizada británica por su matrimonio con Richard Ratcliffe, fue detenida el 3 de abril de 2016 en el aeropuerto de Teherán, cuando se disponía a coger un avión de regreso a Londres, tras visitar a sus padres para que conocieran a su hija Gabriela, nacida en el Reino Unido. Medio año después, su marido decidió dar publicidad al asunto cuando Zaghari-Ratcliffe fue condenada, en un juicio sin garantías, por haber participado en las manifestaciones antirrégimen de 2009, algo que ella niega. La pena fue confirmada por un tribunal de apelación el pasado abril.
Aunque no es la única ciudadana con doble nacionalidad detenida en Irán, la imprudencia de Johnson al declarar que estaba “formando periodistas” cuando fue detenida, ha puesto su caso de relieve. Esas palabras ante una comisión parlamentaria el pasado 1 de noviembre alimentaron las acusaciones de Teherán. Tanto la familia de Zaghari-Ratcliffe como la Fundación (que opera de forma independiente de la agencia de noticias Reuters) han negado cualquier actividad, e insisten en que se encontraba de vacaciones en Irán. El ministro, cuya dimisión solicitaron algunas voces, se ha disculpado desde entonces.
Además, el trato de Zaghari-Ratcliffe por parte de Irán ha revestido una especial crueldad. Tras la detención, apenas ha podido ver a su hija, quien en aquel momento no había cumplido los dos años, no hablaba persa y tuvo que quedarse con sus padres. A su marido no se le ha concedido un visado para que la visite. Teherán, que no reconoce las dobles nacionalidades, tampoco ha permitido que la mujer reciba atención de representantes diplomáticos o consulares británicos, por lo que tampoco es previsible que Johnson pueda verla.
Aun así, hay algunos signos que permiten intuir un desbloqueo de su situación. El mes pasado, los medios iraníes dieron a entender que Zaghari-Ratcliffe podría quedar en libertad bajo fianza antes de Navidad, al haber cumplido un tercio de su condena con buena conducta, de acuerdo con la legislación. De acuerdo con analistas locales, la única objeción vendría de la Guardia Revolucionaria (los Pasdarán), que fue quien llevó a cabo su detención.
Otro factor que juega en su favor es el interés de Irán por mantener buenas relaciones con Europa en un momento de crecientes presiones de Estados Unidos y Arabia Saudí. El viaje de Johnson indica que los sectores favorables a esa aproximación habrían prevalecido. También resulta significativo que el británico hiciera escala en Omán ayer. Ese país ha sido instrumental en la liberación previa de otros ciudadanos occidentales, tal como ha recordado en un tuit, Jason Rezaian, un periodista iranoestadounidense que también pasó por ese calvario.
La liberación de Rezaian, junto a otros estadounidenses de origen iraní, se produjo en el marco de un intercambio de presos, pero también se relacionó con el desbloqueo por parte de EE. UU. de 400 millones de dólares congelados tras la revolución de 1979.
El perverso sistema iraní que ha convertido a quienes tienen un segundo pasaporte en rehenes de las querellas del régimen con sus países de adopción. De acuerdo con Redress, una ONG que ayuda a las víctimas de la tortura, hay al menos seis ciudadanos con doble nacionalidad europea encarcelados en Irán. Además, de la citada Zaghari-Ratcliffe, los británicos Kamal Foroughi y Roya Nobakht, el austriaco Kamran Ghaderi, el holandés Sabri Hassanpour y la chipriota Elham Barmaki.
“El número es probablemente mayor, ya que las familias son a menudo renuentes a informar públicamente de la detención y encarcelamiento de sus seres queridos por miedo a represalias contra ellos”, asegura una carta que esa organización envió el pasado junio a los parlamentarios europeos encargados de las relaciones con Irán.
Otros casos conocidos son los de Siamak Namazi, un consultor irano-estadounidense, detenido desde octubre de 2015, y su padre, Baqer Namazi, encarcelado cuatro meses después; el irano-estadounidense Robin Reza Shahini y Homa Hoodfar, una antropóloga social irano-canadiense, ambos desde 2016.
Algunos analistas vieron en la oleada de casos que se produjeron en esos años un intento de sabotaje de los ultras a la apertura que podía traer el acuerdo nuclear. “Existe un patrón de privaciones arbitrarias de libertad a ciudadanos con doble nacionalidad en la República Islámica de Irán”, concluyó el año pasado el grupo de trabajo sobre detenciones arbitrarias de la ONU (UNWGAD).
Las detenciones envían un mensaje escalofriante a los iraníes que han rehecho sus vidas en el extranjero. Durante las dos primeras décadas tras la revolución de 1979 que instauró la República Islámica, quienes huyeron del país rara vez regresaban. Pero tras la elección del reformista Mohamed Jatamí en 1997 eso empezó a cambiar. De nuevo hubo un paréntesis tras las protestas post electorales de 2009 hasta que la negociación del acuerdo nuclear a partir de 2013 volvió a llenar de esperanza a los iraníes que aspiran a que su país se abra al mundo.
(Fuente: El Pais)