La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, adelantó en su conferencia de prensa diaria que Trump hará este miércoles un anuncio sobre la posición estadounidense respecto a Jerusalén, aunque no quiso adelantar detalles.
"El presidente tomará la que sienta que es la mejor decisión para Estados Unidos", dijo Sanders en una conferencia de prensa.
Trump habló ayer con cinco líderes de la región para comunicarles su decisión: el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu; el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás; el rey Abdalá II de Jordania; el presidente de Egipto, Abdelfatah Al Sisi; y el rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdelaziz.
La Casa Blanca se limitó a indicar, en un comunicado, que Trump había hablado con ellos sobre "posibles decisiones respecto a Jerusalén", además de expresarles su "compromiso de impulsar las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos" y subrayar la importancia de la "cooperación" regional para apoyar ese proceso.
Al menos en sus llamadas con Abás, Al Sisi y el rey Abdalá, Trump expresó su intención de trasladar de Tel Aviv a Jerusalén la embajada estadounidense en Israel, según las oficinas de esos tres líderes.
Tanto ellos como el rey saudí manifestaron su preocupación por la posible medida, que rompería el consenso de la comunidad internacional sobre el estatus de Jerusalén.
Aunque Israel considera a Jerusalén su capital, la soberanía del país sobre la parte oriental de la urbe (Jerusalén Este) no está reconocida por gran parte de la comunidad internacional, que mantiene su aparato diplomático en Tel Aviv y sus suburbios.
Los palestinos quieren establecer en Jerusalén Este, ocupada por Israel desde la Guerra de los Seis Días (1967), la capital de su futuro Estado, y han dado mucha importancia a esa cuestión en las negociaciones de paz de las últimas décadas.
Durante la campaña electoral de 2016, Trump prometió que trasladaría a Jerusalén la embajada estadounidense en Israel y la Casa Blanca ha adelantado en los últimos días que la cuestión no es si el presidente ordenará o no ese cambio, sino "cuándo" lo hará.
Una ley estadounidense de 1995 insta a Washington a trasladar su legación a Jerusalén, pero esa medida nunca ha llegado a aplicarse porque todos los presidentes desde Bill Clinton han postergado periódicamente su implementación.
Trump hizo lo mismo que sus predecesores el pasado junio, pero este lunes, cuando se cumplía el plazo límite para volver a postergar la aplicación de esa ley durante seis meses más, la Casa Blanca no envió ninguna orden al Congreso, y prometió una decisión al respecto "en los próximos días".
Según el diario The New York Times, es probable que Trump anuncie un reconocimiento formal de Jerusalén como capital de Israel y confirme sus planes de trasladar allí la embajada, pero vuelva a posponer la aplicación de la ley otros seis meses.
Eso se debe a que, de acuerdo con funcionarios estadounidenses consultados por el diario, el traslado inmediato de la embajada es complicado por razones logísticas, dado que Estados Unidos no tiene tantas instalaciones en Jerusalén para todo su personal diplomático.
No está claro qué pretende conseguir Trump con esa medida, que pone en riesgo el futuro de cualquier esfuerzo de paz mediado por Washington en un momento en el que su yerno y asesor, Jared Kushner, ultimaba los detalles de su plan para la paz en Oriente Próximo.
De acuerdo con The New York Times, Trump ha argumentado en sus contactos con sus homólogos en la región que resolver el tema de la embajada estadounidense puede acelerar el proceso de paz, porque quitaría de la mesa un asunto espinoso sobre el que el presidente estadounidense debe pronunciarse cada seis meses, con base en la ley de 1995.
Pero eso ignora el hecho de que el futuro de Jerusalén es "el tema más sensible y volátil en las negociaciones" de paz, según Aaron David Miller, un analista que asesoró al Gobierno de Clinton en el proceso de paz de los años 90.
Según opinó Miller en la página web de la cadena CNN, la decisión sobre Jerusalén se debe a "una combinación de la frustración de Trump respecto a tener que postergar de nuevo (la aplicación de la ley) y sobre la falta de cumplimiento de su promesa electoral, y de su deseo obstinado de hacer algo que sus predecesores no hayan hecho nunca".