Cuando este viernes la Casa Blanca comentó oficialmente sobre la exoneración de un indocumentado y delincuente habitual que en 2015 mató de un balazo a la joven estadounidense Kate Steinle en San Francisco, el comunicado equiparó de inmediato a todos los indocumentados con los peores delitos.
“El veredicto refleja el daño a la seguridad pública cuando nuestra nación no aplica sus leyes migratorias”, dijo el comunicado, agregando que “no debemos permitir que él e incontables inmigrantes criminales como el amenacen a nuestros ciudadanos”.
He aquí parte del comunicado.
Sin embargo, y por trágico que haya sido el caso de Steinle, el uso que el presidente Donald J. Trump y sus partidarios le han dado, contribuye a crear la imagen de que la inmigración indocumentada aumenta la criminalidad en el país y que los extranjeros sin papeles son especialmente violentos.
Ambas cosas son falsas y esto ha sido demostrado en numerosas oportunidades por estudios de catedráticos, centros de investigación y analistas de renombre en todo el país.
El presidente Trump persistió este viernes con la desinformación en su cuenta de Twitter, aunque esto no es nada nuevo, ya que este tema ha estado al centro de su agenda política y de gobierno desde que inició su candidatura a mediados de 2015.
El presidente alegó que la culpa del homicidio, que un jurado no pudo identificar como intencional -de ahí la exoneración- era culpa de “Obama y su frontera débil”.
Pero el presidente también desinformó claramente en otro punto: él insiste en que el público estadounidense está “indignado con la inmigración indocumentada”, cuando la realidad es que la gran mayoría no consideran a este el principal problema del país y apoyan la legalización de los indocumentados.
Donde existe esa percepción es en su base de votantes ultraconservadores y el tema migratorio es una de las razones principales por las que lo votaron para la presidencia. Su postura es un intento por mantener contenta a esa base, no resolver un problema que, una y otra vez, los expertos han dicho que lleva a conclusiones engañosas.
Las cifras, estudios y análisis científicos dicen otra cosa.
Los indocumentados y la delincuencia: un vínculo débil
La Opinión revisó los estudios realizados por investigadores científicos y organizaciones especializadas en los últimos años, los mismos que hemos cubierto en su momento y otros existentes que no hemos publicado.
Ningún estudio corrobora la idea de que los indocumentados tienden a ser delincuentes, aumentan la incidencia de delitos o tienen un efecto significativo en la peligrosidad de la ciudad, estado o país.
He aquí algo de la evidencia:
LA DELINCUENCIA EN ESTADOS UNIDOS DISMINUYO NOTABLEMENTE EN LOS AÑOS EN LOS QUE AUMENTO LA INMIGRACION SIN PAPELES.
La cantidad de indocumentados en este país se triplicó entre los años 90 y 2013. En ese mismo período, los delitos violentos bajaron en 48% y los delitos de propiedad en 41%.
Si los indocumentados cometieran o generaran más delincuencia, lo lógico es que el problema hubiera aumentado.
MULTIPLES ESTUDIOS REVELAN QUE LOS INMIGRANTES CON PAPELES O SIN ELLOS, COMETEN MENOS DELITOS QUE LOS NACIDOS AQUÍ
Los estudios se han realizado durante años, y más intensamente desde que el enfoque “inmigrantes-indocumentados equivale a más delincuencia” que ha sido usado con insistencia para promover leyes contra los inmigrantes y las carreras de ciertos políticos.
En 2007, estudiosos de American Immigration Council evaluaron las tasas de encarcelamiento de jóvenes de cada grupo étnico y social y hallaron que las más bajas eran las de los inmigrantes.
Un estudio publicado en la revista científica “Criminología” en 2009 revela que “los delitos violentos disminuyen al mismo tiempo que aumenta la población inmigrante en áreas metropolitanas”.
En 2012, la criminóloga Bianca E. Bersani, de la Universidad de Massachussetts en Boston, concluyó tras realizar investigaciones que la participación criminal de los extranjeros en Estados Unidos es más baja que la de los nacidos aquí.
Curiosamente, sus estudios indicaron que la primera generación de inmigrantes llegados aquí tienen tasas más bajas de delincuencia y para la segunda generación, el comportamiento de sus hijos se parece al resto de la población estadounidense.
En 2015, un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos que evaluó el comportamiento criminal de los inmigrantes vs los nativos y las tasas de criminalidad en zonas, ciudades o estados donde aumenta significativamente la inmigración, sacó la siguiente conclusión:
” Lejos de aumentar las tasas de delincuencia, los estudios demuestran que los inmigrantes y la inmigración están asociados de manera inversa con el crimen. Los inmigrantes tienen menos probabilidades que los nativos de cometer crímenes, y los vecindarios con una mayor concentración de inmigrantes tienen tasas mucho más bajas de delincuencia y violencia que los vecindarios comparables en los que viven no inmigrantes. Sin embargo, las tasas de delincuencia aumentan entre la segunda y posteriores generaciones, tal vez una consecuencia negativa de la adaptación a la sociedad estadounidense”.
Dos politólogos evaluaron en octubre de 2016 la relación entre “ciudades santuario” (donde la policía no tiene por política actuar como agentes de inmigración) y la tasa de delincuencia.
Loren Collingwood de UC Riverside y Benjamín González-O´Brien, de Highline College examinaron todas las llamadas “ciudades santuario” desde 2002 y su tasa de criminalidad. La conclusión es que “no hay un efecto estadísticamente significativo entre una cosa y otra”.
Desde que lanzó su candidatura en Junio de 2015, Trump ha tenido por costumbre equiparar a los inmigrantes indocumentados con delincuentes violentos, drogadictos y violadores. Pero la percepción de que los inmigrantes traen criminalidad no es nueva, y se ha repetido injustamente -y por manipulación de políticos de turno- en la historia de los Estados Unidos.
Según el estudio de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, cada ola migratoria que vino a Estados Unidos era acusada de traer mayor criminalidad. Un estracto del estudio:
El estereotipo criminal se ha aplicado a varios grupos étnicos diferentes. El término “carro de arroz” o “paddy wagon”, era jerga para una camioneta de la policía en la que se transportaba a los prisioneros, y comenzó como un insulto étnico contra los “criminales” irlandeses a mediados del siglo XIX. Los estereotipos sobre los estadounidenses de origen italiano se han centrado en la actividad delictiva organizada y la mafia; pero se pensaba comúnmente que todos los inmigrantes del sur y este de Europa traían crimen a las ciudades de los Estados Unidos. Los inmigrantes europeos en general eran pobres, y se pensaba que sus vecindarios eran altamente desorganizados y anómicos, lo que llevaba a tasas de criminalidad más altas. Los estudios históricos han demostrado que esta creencia era errónea (Moehling y Piehl, 2009). Entonces, como ahora, los inmigrantes eran menos propensos a la delincuencia que los estadounidenses nativos.
(Fuente: El Diario)