El atentado estuvo dirigido contra un templo musulmán frecuentado por sufíes, miembros de un movimiento místico del Islam, en la localidad de Bir al-Abd, en el norte del Sinaí. Los extremistas islámicos, entre ellos la organización local afiliada al grupo Estado Islámico, consideran herejes a los sufíes por sus interpretaciones menos literales del Islam.
La alarmante matanza es el indicio más reciente de la ineficacia de la lucha que el gobierno emprendió hace más de tres años para aplastar la insurgencia de un grupo afiliado al EI en la región. En su intento por propagar la violencia, los extremistas han perpetrado en el último año atentados con bombas contra iglesias en la capital, El Cairo, y en otras ciudades, donde han causado la muerte a decenas de cristianos. Las autoridades consideran que el grupo afiliado al Estado Islámico fue autor del derribo en 2016 de un jet ruso de pasajeros en el que murieron 226 personas.
Pero este fue el primer ataque extremista de envergadura contra una mezquita. El enorme derramamiento de sangre eclipsó cualquier otro ataque previo de este tipo, incluso en la época de una insurgencia islámica anterior en la década de 1990.
La agencia noticiosa oficial egipcia MENA dijo que el ataque dejó al menos 235 muertos y 109 heridos.
Los extremistas dispararon desde cuatro vehículos todoterreno contra los fieles que asistían al sermón en la mezquita. Los atacantes bloquearon las rutas de escape de la zona al hacer estallar vehículos cuyos restos en llamas obstruían avenidas, dijeron tres oficiales de policía que solicitaron el anonimato.
Por el momento nadie se ha adjudicado el atentado
Nadie se adjudicó el ataque por el momento, pero ISIS (acrónimo del grupo Estado Islámico) ha atacado a los sufíes varias veces en la zona con anterioridad. En uno de los hechos sobresalientes de violencia, el año pasado los extremistas decapitaron a un líder sufí, el jeque ciego Suleiman Abu Heraz, y publicaron fotos del asesinato en internet.