En el Estadio Nacional de la capital, Harare, con capacidad para 60.000 personas, el público cantó y ovacionó al nuevo jefe de Estado, que fue recibido con veintiún salvas de honor y por los aviones de combate y helicópteros de las Fuerzas Aéreas mientras la radio estatal hablaba del “amanecer de una nueva era”.
“Felicidades, camarada presidente Mnangagwa”, rezaba uno de las pancartas en las gradas. Otros sujetaban cocodrilos de peluche, en honor al apodo del presidente, al que identifican con este animal por su taimado modo de atacar a sus oponentes políticos.
El presidente del Tribunal Supremo, Luke Malaba, colocó a Mnangagwa la cadena de oro y la banda presidencial verde, una imagen inédita para buena parte del país.
Y es que buena parte del público estaba formado por jóvenes nacidos después de la independencia de Zimbabue (1980), por lo que no habían conocido otro líder que Robert Mugabe, de 93 años, que dimitió el pasado día 21 después de que el Ejército se alzase contra él y tomara el control del país.
La toma de posesión de Mnangagwa marcó el final de la crisis en el país, durante la que miles de ciudadanos se echaron a las calles para exigir la dimisión de un Mugabe que finalmente acabó abandonado hasta por el mismo partido del que fue cofundador, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF).
Zimbabue celebra con cautela la investidura de su nuevo presidente
El futuro de Mugabe no está del todo claro aún, aunque los medios locales apuntaban que se quedará en el país tras haber pactado inmunidad a cambio de su renuncia.
Los militares retiraron hoy el arresto domiciliario al ya expresidente, y liberaron al ministro de Finanzas, Ignatius Chombo, al que detuvieron tras el golpe por ser considerado uno de los principales aliados de la primera dama, Grace Mugabe, y de sus ambiciones de convertirse en la sucesora de su marido en el poder.
Precisamente fueron Grace Mugabe y sus aliados los que desencadenaron la intervención militar al forzar la destitución de Mnangagwa como vicepresidente el pasado día 6, al considerarlo otro aspirante a suceder a Mugabe.
Los activistas y defensores de los derechos humanos celebran la caída del régimen de Mugabe, al que acusan de sostener décadas de represión, pero reciben con cautela el nombramiento de un hombre que, hasta su destitución, había sido miembro de todos los sucesivos ejecutivos comandados por Mugabe desde la independencia.
La Asociación para los Derechos Humanos de Zimbabue citó al analista político McDonald Lewanika, quien dijo que “la gente está confundida por lo que ha pasado en este país, no sabe si ha sido un golpe o no. Que guste lo que está pasando hoy no quiere decir que nos guste lo que pase mañana”.
Aunque Mnangagwa aseguró hoy que gobernará para todos y que el bien del país está por encima de las ambiciones políticas, habló de seguridad para los ciudadanos pero no de derechos humanos, por lo que algunas voces se alzaron contra él en Twitter pidiendo libertad de expresión y tolerancia ante la disensión.
Pese al cambio en la Presidencia, Zimbabue seguirá en manos del ZANU-PF, el partido que lo ha gobernado durante las últimas décadas.
Para el líder del principal partido de la oposición, el Movimiento por el Cambio Democrático (MDC-T), Morgan Tsvangirai, sí que se ha producido un cambio efectivo en el país, y considera que el Gobierno de Mnangagwa “no reproducirá el malvado, corrupto, decadente e incompetente régimen de Mugabe”.
(Fuente: El Diario Libre)