Singapur ha decidido meter la directa: ni un solo coche más a partir del próximo febrero. La tajante iniciativa pretende evitar que la pequeña isla, uno de los estados con mayor densidad de población del mundo, se infeste de vehículos y a la par rentabilizar las multimillonarias inversiones del Gobierno en el transporte público.
Entrada al distrito financiero de Singapur.
El anuncio de la restricción se produce después de que las actuales y agresivas medidas hayan resultado insuficientes para disuadir a la población de tener coche. Y eso que adquirirlo es todo un lujo. Se necesita antes disponer de un certificado de titularidad (COE, en sus siglas en inglés) para tener derecho a la propiedad y uso de un vehículo por un tiempo limitado: el título expira a los diez años.
Los inconvenientes no terminan ahí. Debido a las elevadísimas tasas que las autoridades imponen sobre los vehículos –los importados tienen un arancel aduanero del 41 por ciento ad valorem, por ejemplo–, un coche de rango medio en Singapur puede costar hasta cuatro veces más que en Estados Unidos o Reino Unido, según un informe de Deutsche Bank.
Aun así, el parque móvil de la ciudad-Estado, con una población de algo más de 5 millones y medio de personas, ronda actualmente el millón de vehículos (de unos 800.000 hace diez años), del que más de 600.000 son coches privados y de alquiler, incluidos los utilizados por servicios como Uber o Grab (el “Uber del sudeste asiático", con sede en Singapur), que están ganando en popularidad en los últimos años.
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Citando como causas las limitaciones de su territorio (el 12 por ciento de su superficie de 700 kilómetros cuadrados está destinado a carreteras, casi el mismo porcentaje que el ocupado por viviendas) y la inversión en el transporte público, la Autoridad de Transporte Terrestre (LTA, en sus siglas en inglés) de Singapur ha anunciado que el índice de crecimiento de vehículos permitido desde febrero de 2018 se reduce del 0,25 por ciento anual (vigente desde 2015) a directamente cero. La medida será revisada dos años después, en 2020.
“Debido a las limitaciones de nuestro territorio y a otras necesidades apremiantes, hay muy poco margen para una futura expansión de la red de carreteras”, indicó la LTA en un comunicado.
Los afectados son solo coches y motocicletas privados, no así los vehículos de mercancías o los autobuses, que podrán seguir aumentando un 0,25 por ciento al año hasta marzo de 2021. Un periodo en el que las autoridades esperan mejorar la eficiencia del transporte público y reducir también su flota.
Singapur ha anunciado para ello un nutrido plan de inversiones. El Gobierno dedicará unos 12.650 millones de euros en los próximos cinco años para duplicar la actual red de metro y 252 millones de euros en subsidios para el servicio de autobús público. En los pasados seis años ha creado 41 nuevas estaciones de metro, expandiendo la red de la ciudad-Estado hasta un 30 por ciento.
La próspera isla del sudeste asiático lleva años intentando mermar el atractivo de los coches. En parte con el objetivo de reducir el espacio destinado a carreteras y utilizar más suelo para uso recreacional, residencial o agrícola. También debido a cuestiones medioambientales. Pero igualmente con vistas a preservar la estabilidad social ante el habitual resentimiento de los usuarios de transporte público hacia los propietarios de coches (solo un 11% del total la población, mientras en Estados Unidos es de cerca del 80 % y en Europa de algo menos del 50%).
Una de las estrategias del Gobierno singapurense, que presume de la coexistencia pacífica de su sociedad multirracial y plurirreligiosa, es crear un transporte público de alto standing que actúe como nivelador de las pronunciadas diferencias entre ricos y pobres (Singapur tiene uno de los peores coeficiente Gini del mundo desarrollado; del 0,412, siendo cero la perfecta igualdad).
Quizás así se acabe eliminado de la cultura popular la primera de las cinco “Ces” (por sus iniciales en inglés) con las que algunos ciudadanos singapurenses resumen, medio en broma medio en serio, sus aspiraciones vitales: coche, dinero en metálico –cash–, tarjeta de crédito, condominio y club de campo.
(Fuente: El Pais)