Tanto la Cámara de Representantes como el Senado han presentado propuestas paralelas de reforma fiscal, que si bien concuerdan en general en los agudos recortes de impuestos para empresas y trabajadores, difieren lo suficiente en tiempos y tramos impositivos para hacer prever una batalla en el Congreso.
Tras las grandilocuentes palabras de Trump, que señaló que la reforma implica los mayores recortes de impuestos desde la década de 1980 y serán efectivos para todos los contribuyentes, la puesta sobre papel de las propuestas legislativas ha generado el primer baño de realismo.
Por un lado, Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, ha insistido en que su propuesta implica un “alivio real” para la clase media y ha recalcado que el ahorro para la típica familia estadounidense será de 1.182 dólares al año.
Por su parte, el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, afirmó en cambio en una entrevista en el New York Times que “no se puede garantizar que absolutamente nadie verá aumentar sus impuestos”.
Las declaraciones de McConnell se producen después de que se conociera la propuesta del Senado que retrasa un año, hasta 2019, la iniciativa estrella de Trump: la reducción del impuesto de sociedades que pagan las empresas, del 35 % al 20 %, y que había sido aceptada en el plan de la Cámara de Representantes.
Trump y su secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, han insistido en que esta reducción es clave para acelerar el crecimiento económico hasta cerca del 4 % anual, una de las promesas electorales del presidente.
El Senado mantiene los siete tramos impositivos frente a la simplificación hecha por Trump y la Cámara de Representantes, que las reducía a solo tres.
A ello, se suma que el presidente estadounidense busca cuadrar el círculo en materia fiscal, ya que asegura que los recortes de impuestos se pagarán a sí mismos gracias al inmediato repunte económico.
Sin embargo, los cálculos de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), un órgano no partidista, cifró el coste de estos planes en cerca de 1,7 billones de dólares en la próxima década, lo que ha generado la ira entre los halcones fiscales republicanos, opuestos a cualquier aumento en el endeudamiento federal.
“La negociación continuará hasta que lleguemos un consenso. Esta es una conversación en marcha”, dijo el senador Ted Cruz, sobre el futuro de la propuesta.
La incertidumbre ha comenzado a reflejarse en los mercados, después de récords consecutivos, y el Dow Jones de Industriales, el principal indicador de la Bolsa de Nueva York, cerró el jueves y el viernes con descensos consecutivos por primera vez en semanas.
Wall Street sabe que hay por delante varias semanas o meses de negociaciones en el Congreso hasta que se apruebe esta reforma, pero las discrepancias entre los dos textos legislativos generada dudas, más tras el tropiezo legislativo anterior de Trump y los republicanos con su intento por revocar el programa oficial de salud conocido como “Obamacare”.
Entonces, quedó patente que pese a que los republicanos cuentan con mayoría en ambas cámaras del Congreso, las grietas internas son demasiado evidentes para lograr un pacto ambicioso.
Trump, quien se encuentra de gira por Asia, ha valorado ambas propuestas como “un paso en la dirección correcta”, aunque ha reconocido que queda mucho trabajo por hacer.
Antes de partir de viaje, el presidente aseguró que quiere que su plan de reforma tributaria esté listo para poder firmarlo en Navidad y volvió a insistir en los superlativos: “Será el mayor evento fiscal en la historia” del país.