4
El reto de Donald Trump al ex director del FBI
Donald Trump amenaza a James Comey con divulgar conversaciones privadas y admite que lo destituyó por "esa cosa de Rusia"
Lejos de buscar el consenso, Donald Trump aceleró ayer el clima de enfrentamiento político que vive Estados Unidos por sus presuntas relaciones con Rusia, que han llevado a ese país a su mayor crisis política en más de cuatro décadas.
El jefe de Estado y de Gobierno de la primera potencia mundial amenazó en un mensaje en la red social Twitter con divulgar conversaciones privadas que ha mantenido con el ex director del FBI, James Comey, a quien cesó inesperadamente el martes, y admitió que esa destitución se había debido a la investigación que esa agencia del Gobierno estaba llevando a cabo sobre sus vínculos con Rusia.
Los enemigos políticos del presidente se han basado en esas declaraciones para acusar a Trump de intimidar a un potencial testigo - Comey - y de obstruir la Justicia al cesarle. El tuit de Trump contra Comey fue madrugador.
Eran las 8:26 de la mañana cuando Trump colgó en la red social: "Más le vale a James Comey que no haya cintas de nuestras conversaciones antes de que él empiece a filtrar a los medios de comunicación".
Es una respuesta a la información publicada ayer por el diario "The New York Times" que afirmaba que Comey cree que fue cesado por haberse negado en una cena privada con el presidente, el 26 de enero en la Casa Blanca, a declararle lealtad personal.
La noticia contenía una enorme cantidad de detalles - incluyendo frases textuales de los únicos comensales, Trump y de Comey -, por lo que parecía claro que la información procedía del entorno del ex director del FBI. Y ahí la Casa Blanca lio las cosas ayer.
En su habitual rueda de prensa diaria, el portavoz de presidente, Sean Spicer, no quiso desmentir el tono amenazante del tuit. No es una amenaza. Solo es decir lo que es un hecho, afirmó Spicer, en lo una forma muy poco tranquilizadora de decir que no hay nada de lo que preocuparse y que la Casa Blanca no va a divulgar conversaciones privadas.
Menos de una hora después de que concluyera la rueda de prensa de Spicer, sin embargo, la Casa Blanca dictaminó, en declaraciones a la cadena de televisión CNN, que, efectivamente, el tuit de Trump no era una amenaza del presidente.
Dado lo que les costó juntar esas cuatro palabras, la efectividad de ese último mensaje quedaba, tal vez irremisiblemente, en entredicho. Ahora bien, el tuit de Trump planteaba otra cuestión: el presidente de EEUU ¿graba conversaciones en la Casa Blanca? Y ahí, la rueda de prensa de Spicer tuvo tono bíblico. Tres veces le preguntaron si Trump graba.
Y tres veces el portavoz dijo que no tenía nada que decir al respecto. De nuevo, esa forma de no hacer comentarios crea más incertidumbre que otra cosa. Trump puede legalmente grabar conversaciones, siempre que no las difunda. Pero, de hacerlo, comprometería severamente la confidencialidad que se supone en los intercambios de información entre un jefe de Gobierno y sus asesores.
Grabar esas conversaciones puede abrir las puertas al chantaje, como el propio Trump sugirió en Twitter, Spicer no desmintió, y, finalmente, la Casa Blanca rechazó. La sombra del Watergate El último presidente que, que se sepa, hizo eso fue Richard Nixon, que tuvo que dimitir en 1974 por haber ordenador el espionaje de la sede del Partido Demócrata en el escándalo conocido como Watergate. Nixon tuvo que entregar aquellas grabaciones a los investigadores, aunque ocho minutos y medio de ellas fueron borrados.
Y Nixon también cesó a la persona que le investigaba, que en su caso no era el director del FBI, sino el fiscal especial del caso, Archibald Cox. Un fiscal general que no existe en el caso de Trump, porque nadie de su gabinete ni de los republicanos que controlan el Congreso quiere ir más allá de lo estrictamente necesario en la investigación de los posibles lazos del presidente con Rusia.
De hecho, ni el Senado ni la Cámara de Representantes han creado ni siquiera un comité especial para examinar el escándalo. Ese respaldo implícito - y en ocasiones explícito - de sus correligionarios da a Trump un margen de actuación del que Nixon nunca disfrutó.
De hecho, el escándalo sobre el cese de Comey se circunscribe a la ciudad de Washington. En el resto de EEUU es una cuestión secundaria. Los congresistas republicanos que están esta semana en sus distritos, ya que no hay sesión de la Cámara de Representantes, están encontrándose con votantes furiosos por la contrarreforma sanitaria aprobada la semana pasada, que reduce y encarece el nivel de atención médica. Los ciudadanos no les están apretando las clavijas por un escándalo complicado, que cada día cambia, y que, además, los votantes de Trump siguen negando que exista.
Y los propios Trump y Spicer también lo niegan. En otro tuit colgado a las nueve menos cinco de la mañana, Trump calificaba toda la investigación de caza de brujas, pese a que su consejero de Seguridad Nacinal, Mike Flynn, ha tenido que dimitir por sus vínculos con Rusia, y va a testificar el martes en el Senado por ese mismo motivo, y su fiscal general - cargo equivalente al de secretario de Justicia - se ha tenido que recusar de la investigación por exactamente la misma razón.
Spicer comenzó ayer su rueda de prensa declarando que el presidente está cada día más preocupado por esta falsa narrativa que se está perpetuando. Ahora bien, en un nuevo giro - y en una nueva contradicción - Trump dice ahora que cesó a Comey no por su supuesta incompetencia, que era la versión oficial hasta ahora, sino por, precisamente, la investigación sobre el Rusiagate.
Así lo dijo el jueves en una entrevista en la cadena de televisión NBC. "De hecho, cuando decidí hacerlo, me dije a mí mismo, me dije: Ya sabes, esta cosa de Rusia, con Trump y Rusia, es todo inventado, es una cosa de los demócratas por haber perdido unas elecciones que deberían haber ganado", dijo Trump, con su habitual manera de hablar que consiste en no terminar las frases y en dar a entender más que en decir claramente.
Escrito Por
Redaccion M
Saturday, May 13, 2017