—Papá, ¿qué es la mente? ¿Es un sistema de impulsos o algo tangible?
—¿Qué es la mente? Algo real. ¿Qué es lo real? Nada realmente.
Un diálogo calderoniano inauguraba hace 32 años "Los Simpson", sátira contemporánea protagonizada por una familia cualquiera, de una ciudad cualquiera, con la piel amarilla a modo de cuarta pared. Tres décadas después, no queda ni rastro de aquella serie que retó a la alta cultura con un producto de masas que iba más allá de la risa fácil y se atrevía a cuestionar la idiosincrasia estadounidense como faro de la sociedad occidental.
Demasiado bonito para ser eterno. Pese a que Fox posee los derechosde la producción hasta 2082, la obra de Matt Groening murió hace tiempo, a juicio de sus espectadores más puristas, que lamentan el cambio de la aguda ironía y las referencias culturales que caracterizaban a las tramas originales por bromas absurdas y cameos forzados. "Plagiarismo di plagiarismo". Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Homer Simpson se ha convertido en Peter Griffin.
El impostor Seymour Skinner
Fue precisamente en un aniversario cuando la serie contrajo el virus. Los habitantes de Springfield celebraban los 20 años de Seymour Skinner al frente del colegio público cuando un señor apareció por sorpresa y reveló que el director que todos conocían era, en realidad, un impostor llamado Armin Tamzarian que le había suplantado tras darle por muerto en la guerra de Vietnam. Incapaz de comunicar la tragedia a la madre del verdadero Skinner, se hizo pasar por él hasta el punto de, incluso, cumplir su sueño docente.
"Esto está mal. Estás cogiendo algo construido durante ocho o nueve años y tirándolo a la basura sin ningún motivo, con una historia confeccionada previamente para otros personajes", arremetió el doblador de la versión estadounidense, Harry Shearer, que consideraba el "innecesario" giro argumental un "insulto a la audiencia". Por su parte, el guionista del episodio, Ken Keeler, justificaba en los comentarios en DVD de la novena temporada que "Skinner no es realmente alguien cercano, es un personaje menor". Primera frase del epitafio: determinados personajes dejan de tener una razón de ser.
La muerte de Maude Flanders
La revuelta de otra actriz de doblaje supuso el segundo hito en la caída de "Los Simpson", según reveló el pasado mes de marzo la revista "GQ". Maggie Roswell era la encargada de poner voz a Maude Flanders hasta que en el año 2000 pidió un aumento de sueldo para poder costearse los vuelos desde Denver hasta Los Ángeles y la respuesta de la cadena fue una subida de apenas 150 dólares que la profesional rechazó. Marcia Mitzman Gaven le sustituiría como mujer del vecino beato durante el momento de su muerte.
Nada fue lo mismo desde entonces. Los dibujos animados perdieron el aura atemporal gracias al cual Homer podía ser el mismo padre de clase media en los ochenta, en los noventa o a principios del milenio. El anunciado desprecio hacia los personajes secundarios se agudizaba paralelamente a la renovación de guionistas. Además del dibujante, entre los grandes artífices de la animación más longeva de la historia se encuentran Sam Simon, que abandonó el proyecto en 1993; o Conan O"Brien, que dejó su puesto el mismo año para presentar el programa "Late Night".
"Los Simpson: la película"
El último clavo en el ataúd fue la adaptación cinematográfica "Los Simpson: la película", dirigida por David Silverman, que a pesar de escribir algunos de los momentos más memorables de la familia en la pequeña pantalla, pasará a la historia por las siguientes líneas:
"Spidercerdo, Spidercerdo.
Hace lo que un Spidercerdo hace:
puede columpiarse en una red,
pues no puede... es un cerdo.
¡Atención! Es un Spidercerdo."
No hay mucho más. Estrenada en 2007, la película era un vago intento por explotar hasta la médula la gallina de los huevos de oro mediante una parodia sobre la religión y el medio ambiente a medio camino entre la nostalgia y la autocomplacencia. Era la caja de Pandora que contenía todos los males: humor burdo y perecedero, tramas inverosímiles por su poca elaboración y apariciones de famosos cada vez más locales y forzadas. En alta definición, eso sí, pero a qué precio...