El viagra salió a la venta en 1998 y se convirtió en un éxito de ventas casi de manera instantánea.
Descubierta por casualidad por la farmacéutica Pfizer, la “píldora azul” se convirtió en una máquina de hacer dinero. Solo en los primeros tres meses, los estadounidenses gastaron unos $400 millones de dólares en el medicamento para la disfunción eréctil.
La industria no tardó mucho en fijar su vista en la otra mitad del mercado, las mujeres, y ver allí una oportunidad para duplicar sus beneficios.
“Empecé a estudiar fisiología sexual justo cuando apareció el viagra. Y la sensación era que, en ese momento, empezó a fluir mucho dinero hacia la investigación en sexología“, recuerda Nicole Prause, neurocientífica e investigadora de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
“Nunca hemos visto nada de esa magnitud. Nuestra ciencia [la fisiología sexual] todavía está algo marginada, se considera un área riesgosa. Hay muchas empresas que ni siquiera quieren acercarse a este tema”.
Pero casi 25 años y muchos millones de dólares después, la industria farmacéutica nunca ha podido obtener una versión de la “píldora azul” para mujeres.
El fracaso, que abrió espacio para una discusión más amplia sobre la sexualidad femenina, también es una historia sobre tabúes y conceptos erróneos sobre el deseo y la libido de las mujeres, como lo destacan los expertos consultados.
La búsqueda de la “píldora rosa”
La historia del viagra masculino es bien conocida.
El medicamento que se usa hoy para la disfunción eréctil fue descubierto por casualidad: “Estábamos desarrollando un medicamento para la angina, un problema cardíaco”, le dice a BBC Brasil la doctora Mitra Boolell, quien trabajaba en el departamento de investigación de Pfizer en Reino Unido en ese momento.
“En eso algunos de los participantes del ensayo clínico comenzaron a informar que tenían más erecciones de lo normal. Inicialmente no prestamos mucha atención, pensamos que se debía a que los participantes eran hombres jóvenes”.
Publicidad del viagra en 2006. (Foto: PFIZER)
La decisión de seguir investigando se produjo cuando un artículo publicado por investigadores estadounidenses mostró cómo uno de los componentes del fármaco que habían estado probando (llamado inhibidor de la PDE5) actuó sobre el tejido del cuerpo cavernoso del pene, aumentando la circulación sanguínea en la región.
“Mi jefe me pidió que organizara un estudio para saber si esto era real o un ‘accidente"”, recuerda Boolell.
Más tarde, la investigación sobre el viagra demostraría que este aumento en la circulación era capaz de causar erecciones y mantenerlas por más tiempo.
Y el primer enfoque de la industria farmacéutica para dirigir sus esfuerzos hacia una posible viagra femenina se basó exactamente en este principio: bombear más sangre a la vagina y al clítoris.
“El tejido que da lugar a los órganos sexuales masculinos y femeninos es el mismo en las primeras etapas del desarrollo fetal”, explica Boolell.
“Este tejido se diferencia a medida que se expone a las hormonas, pero las células madre que dan origen a los órganos sexuales son esencialmente las mismas. Y la enzima fosfodiesterasa tipo 5 [PDE5] también está presente en el tejido. Pensamos: ‘Bueno, si funcionó para los hombres, es muy probable que tenga un impacto en las mujeres"”.
Pero no fue así.
Las pruebas fisiológicas incluso mostraron un aumento en el flujo de sangre a la vagina y el clítoris, pero tanto las participantes en el grupo de control como las que tomaron viagra no informaron ninguna mejora en la función sexual.
Otros fabricantes de medicamentos que realizaban investigaciones similares se habían topado con el mismo problema, lo que no sorprendió a los expertos en fisiología sexual que ya estaban investigando cómo encajaba el tema del flujo sanguíneo en la ecuación de la satisfacción sexual.
Este fue el caso de la científica Nicole Prause, en ese momento involucrada en uno de los proyectos de viagra femenino en EE.UU.
El aumento del flujo de sangre a los órganos sexuales también es parte de la respuesta sexual femenina. Cuando una mujer se excita, el cuerpo aumenta el flujo de sangre a las paredes vaginales y al clítoris, que aumenta de tamaño, al igual que los labios menores, un proceso llamado vasocongestión.
El problema es que, muchas veces, las mujeres ni siquiera se dan cuenta de que esto sucede.
“Hemos estudiado esto durante años, y para las mujeres, no es tan fácil autoevaluar la vasocongestión”, señala Prause. “Así que sabíamos que la posibilidad de que hiciéramos algo en este sentido y que las mujeres informaran que en realidad sentían algo era prácticamente nula”.
La mayoría de los problemas sexuales de las mujeres no están relacionados con un flujo sanguíneo insuficientea la región genital, dice Lori Brotto, profesora del Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de British Columbia en Canadá.
El más común de ellos es la pérdida o reducción del deseo sexual.
En los hombres, en tanto, el viagra no funciona sin deseo: se necesita la “activación” del cerebro para una erección. La cuestión central, en este caso, es que el mecanismo de manifestación del deseo es bastante diferente entre hombres y mujeres.
En opinión de Prause, aunque todo esto era claro desde temprano para muchos de los científicos involucrados en la investigación del viagra femenino, el potencial de ventas hizo que muchas compañías farmacéuticas ignoraran las advertencias.
“Les advertimos que no funcionaría”, reitera.
Luego, como estudiante graduada en el prestigioso Instituto Kinsey, Prause acompañó a su mentor cuando, a principios de la década de 2000, se involucró en uno de los proyectos de viagra para mujeres.
En la primera reunión con el grupo que llevaría a cabo la investigación, sorpresa: solo hombres, la mayoría mayores de 50 años, médicos y sin doctorado, es decir, sin formación profunda en investigación científica.
Prause era la única mujer presente.
Si bien cree que los invitados “estuvieron allí con la mejor de las intenciones, que querían ayudar a las mujeres y realmente pensaron que se enfrentaban a algo que podrían hacer”.
Aun así, la sensación es que “no ha habido un debate razonable sobre qué es una respuesta sexual femenina: los desencadenantes del deseo y la excitación, la conexión (o desconexión) entre lo que sucede en el cerebro y el resto del cuerpo, y sobre por qué ese enfoque probablemente no funcionaría”.
El deseo sexual se manifiesta de manera diferente entre mujeres y hombres.
“Y esto no es algo exclusivo de esa empresa”, dice el científica.
El fracaso de la primera investigación
Boolell está de acuerdo en que la industria farmacéutica debería “haber escuchado más a las mujeres”.
En 2004, cuando Pfizer anunció que suspendería su proyecto, concedió una serie de entrevistas para explicar por qué.
“Hay una desconexión en muchas mujeres entre los cambios en los genitales y los cambios en el cerebro [durante la respuesta sexual]”, dijo en ese momento.
“Esa desconexión no existe entre los hombres. Los hombres constantemente tienen erecciones en presencia de mujeres desnudas y quieren tener sexo. Con las mujeres, las cosas dependen de una serie de factores”.
Después del fracaso, las compañías farmacéuticas cerraron gradualmente la llave del dinero y el ciclo de abundante financiación para la investigación en fisiología sexual se desvaneció.
Prause, quien para entonces ya estaba en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de California como investigadora asociada, comenzó a enfrentar resistencia interna en la institución para continuar realizando un estudio sobre el orgasmo y la depresión.
A pesar de haber obtenido financiación privada para su investigación, la universidad le dijo que no podía aceptar el dinero, una postura que atribuye a la naturaleza “controvertida” de su investigación.
“Muchas compañías consideran que cualquier cosa más relacionada con el sexo daña la imagen”, dice Prause.
“Todavía hay mucho estigma en torno a cualquier cosa que pretenda abordar los problemas sexuales de las mujeres”, dice.
“Una píldora se considera ‘aceptable’, pero muchas compañías consideran que cualquier cosa más relacionada con el sexo daña la imagen, algo que puede verse como pornográfico. Hay mucha resistencia”.
La nueva apuesta: los antidepresivos
Casi dos décadas después, un fabricante de medicamentos no se dio por vencido con el viagra femenino, pero se centró en otro órgano: el cerebro.
En 2015, Sprout lanzó flibanserina, un fármaco desarrollado originalmente como antidepresivo que actúa sobre los niveles de las hormonas dopamina y serotonina con la promesa de aumentar la libido femenina.
La droga fue recibida críticamente por los expertos.
En primer lugar, por la efectividad, considerada baja. En ensayos clínicos, el aumento en el número de episodios sexuales satisfactorios (una medida relativamente subjetiva) observado en un mes entre los participantes fue de 0,5 a 1 cuando se compararon los resultados del grupo placebo.
Es decir, en un mes, las mujeres que tomaron el fármaco informaron un episodio sexual más satisfactorio, o menos, que las que no lo hicieron.
Mucha gente consideró que el costo-beneficio no valía la pena. A diferencia del viagra, la flibanserina debe tomarse diariamente y puede causar mareos, fatiga y náuseas. Tampoco puede ser consumido por mujeres que beben alcohol, ya que se usa a diario, quien elija tomarlo debe dejar de beber.
Desarrollada inicialmente como un antidepresivo, la flibanserina se lanzó en los EE.UU. en 2015 con el nombre comercial Addyi.
El medicamento incluso fue rechazado dos veces por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), el organismo regulador estadounidense, antes de ser aprobado.
Las ventas de Flibanserin nunca despegaron. Actualmente, el fármaco está autorizado en algunos países.
Otros enfoques farmacológicos, como Vyleesi, una inyección de bremelanotida aprobada en EE.UU. en 2019 para mujeres premenopáusicas con libido baja, tampoco han resultado fructíferos.
El enigma del deseo femenino
Parte del fracaso puede estar relacionado con el hecho de que el deseo tiene una dimensión psicológica que es relevante para las mujeres.
Esto ayuda a explicar, por ejemplo, por qué la libido baja afecta más a las mujeres que a los hombres. La depresión, la ansiedad, el estrés, la baja autoestima, los conflictos en las relaciones, la vergüenza de la pareja: todos interfieren más con el deseo femenino que con el masculino, señala la profesora Lori Brotto, de la Universidad de British Columbia.
“Los hombres también se benefician de los efectos de niveles más altos de testosterona, que les permiten experimentar una forma de deseo más espontánea”, agrega.
El deseo espontáneo fue durante mucho tiempo la idea preconcebida de lo que era el deseo: algo que simplemente aparece, como el hambre o la sed.
Las corrientes más modernas en el estudio de la sexualidad femenina han investigado, sin embargo, lo que denominan deseo sexual responsivo, aquel que surge como resultado de un estímulo.
Una de las científicas que introdujo este concepto a principios de la década de 2000 fue la canadiense Rosemary Basson.
Para ella, y una legión de científicos en la actualidad, las cosas no son tan simples.
El modelo lineal tradicional, que proviene de estudios de las décadas de 1960 y 1970, ignora lo que ella describe como “componentes importantes de la satisfacción de las mujeres: confianza, intimidad, respeto, comunicación, afecto y placer en el contacto”.
Según ella, la respuesta sexual de las mujeres puede ser lineal, cuando no tienen una pareja estable, al comienzo de una relación, por ejemplo.
Las mujeres en relaciones más largas tienden a experimentar una respuesta sexual cíclica, en la que el deseo y la excitación son pasos en un proceso que retroalimenta y también involucra intimidad emocional y estímulos sexuales psicológicos.
Los problemas psicológicos interfieren más con el deseo sexual de las mujeres que con los hombres.
Esta discusión es importante no solo para comprender mejor a las mujeres, sino también para saber diferenciar entre los problemas que realmente necesitan tratamiento y lo que está en la naturaleza de la sexualidad femenina.
Si no es una pastilla, ¿entonces qué?
Lori Brotto, directora del Laboratorio de Salud Sexual de la Universidad de British Columbia, ha estado haciendo estudios con resultados positivos.
A través de la práctica, dice, las mujeres han podido volverse más conscientes de los cambios físicos que ocurren antes y durante la actividad sexual (la vasocongestión o las sensaciones similares al “hormigueo” típicas de la excitación) que pueden ayudarlas a aumentar o mantener el deseo sexual subjetivo.
“Hemos visto que la atención plena también funciona en la gran cantidad de pensamientos negativos que las mujeres con problemas sexuales tienen sobre sí mismas, reduce el nivel de autocrítica y aumenta la autocompasión”.
Prause cree que, a estas alturas, la industria farmacéutica ha renunciado a buscar una píldora que resuelva los problemas sexuales de las mujeres. “Lo que he visto son nuevas empresas dirigidas individualmente por unos pocos científicos con ideas más innovadoras”.
¿Cree que una droga resolverá los problemas sexuales de las mujeres?
“Sería triste si fuera una pastilla, ¿verdad? Creo que somos más que eso”.
“La gente de hoy quiere una pastilla para todo: para perder peso, resolver sus problemas sexuales. Pero el cuerpo es mucho más que eso. Somos el resultado de millones de años de evolución. El cuerpo humano es una máquina increíble, y creer que una pastilla puede resolver todos los problemas es una visión estrecha”.