Tenemos la hipo-oxigenación más larga de la historia por el uso de la mascarilla como medio de protección ante el Covid-19.
Si bien las mascarillas han sido la principal barrera para la protección contra el virus, también ha sido un impedimento para la oxigenación sanguínea y la respiración celular.
Al igual que la atmósfera se debilita al crecer los niveles de CO2 y aumentar la temperatura de la Tierra, la disminución de oxígeno en nuestro organismo y la re-introducción de parte del dióxido de carbono, provocan cansancio, fatiga crónica y falta de vitalidad. En ese escenario, la recuperación postCovid se hace más evidente en todo este periodo.
Síntomas de fatiga post mascarilla: Astenia o cansancio permanente o semipermanente, dolor muscular en actividades cotidianas, cefalea vespertina y nocturna que no cede con analgésicos comunes, disminución de la agudeza mental y la memoria, falta de apetito, aumento de la grasa corporal y abdominal, falta del impulso sexual y disminución de la libido, visión borrosa ocasional, mareos al ponerse de pie, aumento del volumen de la viscosidad de la sangre con crecimiento de la concentración de glóbulos rojos y hemoglobina (efecto altura), palidez facial y en palmas de las manos por la hipo-oxigenación periférica, aumento de síntomas de las enfermedades reumáticas como la artrosis, sistema inmunológico débil con gripes repetitivas, insomnio, irritabilidad, ansiedad y depresión.
El oxígeno es el principal factor para la vida. Sin este elemento en los límites fisiológicos, la respiración celular se entorpece y los niveles de energía disminuyen.
¿Cómo podemos mejorar todo esto?
A nivel personal, debemos salir a sitios abiertos para oxigenar nuestro organismo, como montañas, valles, mar. Debemos practicar ejercicios de intensidad media y baja, para no aumentar la producción de ácido láctico, caminar al menos 3-5 km sin mascarilla y al aire libre. No ir al gym ni hacer ejercicios con mascarilla, pues es totalmente antifisiológico. La alimentación debe ser alcalina (verduras, hortalizas, frutas frescas), abundante agua (más de 2,5 litros diarios de media), eliminar de una vez las grasas trans y disminuir las grasas saturadas. Guardar la distancia social para protegernos de posibles contagios. Hacernos exámenes médicos cada seis meses para cuantificar los niveles de vitamina D, hemoglobina, testosterona y colesterol, entre otros, para valorar evolución.
Se recomienda el uso de la cámara de oxigenación hiperbárica, la sueroterapia antioxidante y vitamínica, la valoración del uso de la ozonoterapia, la hidroterapia del colon y una suplementación inteligente, para reponer las carencias y prevenir desequilibrios.
Todas estas medidas podrían abrir el abanico de posibilidades de mejora para una población que ha sido paciente y colaboradora en el uso de medios de protección. Los médicos debemos emplear estrategias nuevas ante una patología nueva, que disminuye, pero que aún persiste.