A pesar que aún estamos saliendo de una pandemia a nivel global, tenemos otros muchos problemas. Si no los diagnosticamos a tiempo, pueden ocasionar daños irreparables. Por ejemplo, las neoplasias, y entre ellas, una muy solapada y silenciosa: el cáncer de testículo.
De cada 250 hombres, 1 lo sufrirá. Este tipo se manifiesta más entre los 26 y 35 años, aunque también pueden debutar después de los 40.
Síntomas del cáncer de testículo: agrandamiento, notar pesadez en el escroto, presentar una masa dura, molestias, dolor en la ingle o parte inferior del abdomen, cambio de forma del escroto, sensación de latidos, hinchazón de piernas y producción de trombos sin explicación evidente, aumento en el tamaño de los vasos venosos, presencia de líquido, eyaculaciones dolorosas, molestias a nivel del ano, que aumentan al defecar y suelen confundirse con hemorroides, sangre en la esperma, pérdida de peso sin explicación o dolor abdominal.
Todos estos síntomas suelen confundir, ya que también pueden ser comunes a otras patologías. Pero siempre debemos sospechar de la nefasta eventualidad de la neoplasia de testículo.
¿Qué debemos hacer para detectarlo?
Lo más importante es el diagnóstico precoz para adoptar una conducta quirúrgica lo antes posible.
Todo hombre mayor de 25 años debe realizarse un examen urológico para verificar testículos, vejiga y próstata. Este examen debe hacerse al menos cada dos o tres años, para llevar un control de nuestra salud testicular.
¿Cómo podemos nutrir los testículos?
Los alimentos ricos en vitaminas E, C y flavonoides, son importantes. Minerales como el magnesio, el zinc y el cobre, en las proporciones equilibradas, nos ayudarán aún más. Debemos protegernos de traumas con los calzoncillos apretados. Son el peor invento para los testículos, ya que comprimen el órgano e impiden su oxigenación. Los hábitos tóxicos como el alcohol, las drogas, la hipermedicación y las dietas ricas en azúcares, pueden acelerar la aparición de estos procesos.