El 2 de abril se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo. La efeméride no es menor pues, según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada 160 niños en el mundo sufre trastorno del espectro autista (TEA). Durante décadas la ciencia ha buscado sus orígenes, y ahora ha encontrado que el autismo se relaciona con un área del cerebro que crece demasiado rápido en los bebés.
A lo largo de los años hemos escuchado muchas teorías sobre por qué algunos niños nacen con TEA en sus diferentes expresiones y gravedades, desde el estrés de la madre hasta la gestación hasta un supuesto efecto secundario de ciertas vacunas. Sin embargo, la investigación científica ha desmentido muchas de estas teorías y ha señalado que muchos otros factores están relacionados con un diagnóstico de autismo infantil.
Una investigación publicada esta semana en The American Journal of Psychiatry reveló que un crecimiento acelerado de la estructura cerebral llamada “amígdala” en bebés de entre seis y 12 meses de edad, puede ser un factor en el autismo diagnosticado a partir de los dos años de edad.
La amígdala cerebral es un área localizada en el lóbulo temporal, en lo más profundo del cerebro, y sus funciones están relacionadas con el aprendizaje y la expresión de las emociones, y con el almacenamiento de la memoria. Los autores de la investigación señalan que sus hallazgos podrían ayudar a detectar el autismo con mayor anticipación y brindar la atención necesaria a los niños que lo padecen.
Para llegar a esta conclusión, los expertos escanearon los cerebros de más de 400 bebés mediante resonancias magnéticas, 270 de ellos con un riesgo elevado porque tenían hermanos mayores diagnosticados con TEA. Al cumplir seis meses de edad, los investigadores observaron que todos tenían amígdalas de tamaño similar, pero a los 12 meses advirtieron que algunos tenían amígdalas agrandadas. Este grupo fue diagnosticado con autismo.
“El crecimiento de la amígdala entre los 6 y los 12 meses de edad ocurre durante una serie en cascada de cambios cerebrales y de comportamiento que preceden y conducen al TEA. El crecimiento anómalo temprano de la amígdala ocurre al mismo tiempo que los problemas sensoriomotores y de atención en los bebés que desarrollan TEA, y al mismo tiempo que la hiperexpansión del área de la superficie cortical en la corteza visual. Esto plantea la posibilidad de que los déficits de atención visual puedan conducir a una experiencia alterada”, concluyen los científicos.
Su investigación enfatiza la posibilidad de detectar el autismo antes de los dos años de edad y, por ende, proporcionar intervenciones especializadas que ayuden a mejorar la respuesta y la calidad de vida de los niños con autismo.