La mayoría está en los huesos, formando parte del osteocito, que es la célula ósea por excelencia. Es como otra cualquiera, pero su matriz está mineralizada. Es decir, endurecida por la presencia de minerales. A la cabeza están el calcio, el magnesio, el fósforo y el zinc, entre otros.
El 95% del calcio está en huesos y dientes. El resto está distribuido en músculos, corazón y otros órganos. Participa en más de 500 reacciones químicas para la vida.
¿Qué papel tiene el calcio? Regula el biorritmo, activa el metabolismo, participa en la contracción cardiaca (su déficit o exceso provoca arritmias o palpitaciones). Junto al fósforo, alcaliniza el cuerpo, fortalece los huesos, activa y aumenta la masa muscular y participa en la coagulación de la sangre. Su ausencia da lugar a la pérdida de dientes y al aumento de caries, así como a los episodios de gingivitis.
El calcio es la opción de salvación del organismo ante el estrés, las enfermedades y las agresiones externas o internas. Entonces, ¿cómo podemos reponerlo?
Debemos consumir productos fermentados, como el yogurt, kéfir, queso fresco o requesón, al menos dos raciones por día. Vegetales de hoja verde como espinacas, berro y tubérculos. El huevo y el pescado también aportan buenas fuentes de calcio si consumimos al menos 500 mg diarios. En algunos casos, las personas que no ingresen suficiente calcio a través de la dieta, pueden suplementarse con fosfato cálcico o carbonato de calcio, siempre bajo orientación médica.