Los investigadores de la Facultad de Química de la UNAM llegaron a esta conclusión tras realizar pruebas “in vitro” y en modelos animales, en donde encontraron que la progesterona y el estradiol (hormonas femeninas), y la testosterona (hormona masculina) provocan que las células tumorales proliferen, migren e invadan cada vez más el tejido sano.
Ignacio Camacho Arroyo, integrante de la Unidad de Investigación en Reproducción Humana, del Instituto Nacional de Perinatología y de la Facultad de Química descubrió, junto con su equipo, que la progesterona promueve el desarrollo de cáncer a través de dos mecanismos.
Uno que actúa dentro de la célula mediante receptores, proteínas que pueden modificar la expresión de muchos genes relacionados con la proliferación, migración e invasión tumoral.
Y el segundo, a través de señales que ocurren en la membrana de la célula, y que incluso pueden llegar al núcleo.
Camacho Arroyo señaló que existen diferentes tumores cerebrales, los cuales se originan en distintas partes y provienen de diversos tipos de células.
De acuerdo con sus características histopatológicas y moleculares, los astrocitomas se pueden clasificar en cuatro grados, siendo el cuarto el más violento, conocido como glioblastoma.
El experto subrayó que cuando se diagnostica un glioblastoma la esperanza de vida es muy corta, en promedio de 15 meses, con muy mala calidad, y hasta el momento no hay opción terapéutica.
Detalló que a nivel mundial su incidencia es de seis a siete casos por cada 100.000 habitantes, a diferencia de otros tumores, este no tiene cura y se aloja, por lo general, en la corteza cerebral.
El problema, abundó Camacho, es que sus síntomas son muy generales como mareos, cambios en el estado de ánimo, temblores, vómitos y hasta que se agravan es cuando el paciente acude a un servicio de neurología.
Aunque este tipo de tumores se pueden presentar a cualquier edad, son más frecuentes entre adultos de 50 a 70 años, y se desconoce por qué se originan.
INHIBIR LA ACCIÓN DE LAS HORMONAS
El investigador señaló que su investigación está encaminada a analizar la manera de inhibir la acción de las hormonas sexuales ya sea con fármacos o a través de estrategias de biología molecular.
La intención de esta investigación a largo plazo es generar una terapia que contribuya al tratamiento.
Detalló que en pacientes del Instituto Nacional de Cancerología de México, además de la quimioterapia habitual, se ha comenzado a dar un antagonista del receptor para progesterona.
Esta es la mifepristona o RU486, para así, junto con los fármacos habituales, alargar y mejorar la calidad de vida del paciente.