¿Más años = más kilos?
El cuerpo evoluciona todo el tiempo y va cambiando según pasan los años. Los músculos, los huesos y el metabolismo cambian continuamente.
El organismo de un niño de 10 años no funciona igual que el de esa misma persona a los 25, a los 40 o a los 65 años. En la adultez podemos tener más o menos músculos, según si somos más jóvenes o más ancianos.
Es normal entonces ver cambios en nuestro peso corporal y en cómo la grasa se va depositando en diferentes áreas donde quizás antes no estaba o era más sencillo reducirla.
El gasto basal de energía no es el mismo en cada etapa de la vida. Cuando somos más jóvenes gastamos más y, a medida que pasa el tiempo, la cifra va en disminución. Básicamente porque la aprovechamos mejor.
Este gasto basal se reduce por dos cuestiones principales:
1. Porque la composición corporal varía
Cuando crecemos perdemos músculo y ganamos grasa.
Por ejemplo el porcentaje de grasa de un hombre de 20 a 30 años oscila entre el 18 y el 21%; entre los 41 y los 50 años de 23 a 25% y más de 60 años supera el 26%.
En el caso de las mujeres sucede lo mismo: 22 a 24% de grasa entre los 20 y los 30 años; 27 a 30% entre los 41 y los 50 años y más de 31% pasados los 60 años.
La grasa se acumula de forma natural, al mismo tiempo que los músculos se reducen porque estos últimos son los que más energía gastan.
2. Porque las hormonas cambian
Esto no solo atañe a las mujeres en la menopausia, sino también a los hombres adultos.
El patrón hormonal tiene mucha relación con lo que pesamos porque nos puede hacer comer o dormir más, por ejemplo.
A medida que crecemos, las hormonas trabajan para que ahorremos energía, ya que no tenemos la misma vitalidad o capacidad que antes. Esto quiere decir que es más probable acumular grasa (sobre todo, alrededor de la cintura).
Así es como el cuerpo se prepara para la falta de actividad o algún problema que requiera quietud.
A partir de los 30 es más fácil engordar
Con esto no se está dando rienda suelta a las comidas copiosas con la excusa de que igual engordaremos al pasar los 30. Es para tener en cuenta que los cambios del organismo no aparecen solamente en la vejez.
A medida que cumplimos más años vemos cómo la cintura se ensancha, el vientre se abulta y la ropa no queda como antes.
Soplar más velas en el pastel y subir de peso parece una relación indiscutible de la cual no podemos escapar aunque sigamos manteniendo los mismos hábitos alimentarios.
La batalla contra la obesidad y el sobrepeso es mayor a medida que cumplimos años.
La mala alimentación, el estrés, los factores genéticos y el sedentarismo pueden influir en la cantidad de kilos que aumentamos, así como también el consumo de medicamentos y los desequilibrios hormonales.
Justamente estos últimos son los principales causantes de acumulación de grasa corporal.
A partir de los 30 años el estrógeno, la progesterona y los andrógenos no trabajan de la misma manera que antes. Y, ya que son esenciales para el mantenimiento de la masa corporal, es comprensible ver cambios en nuestras caderas, abdomen o glúteos.
Las fuentes de energía que a los 15 o 20 años parecían inagotables se van apagando con los años y dan lugar a una vida más sedentaria.
Si a eso le sumamos el trabajo o los eventos más relajados (ir al cine o al teatro, cenar en un restaurante o viajar a un crucero con “todo incluido”) el resultado es mayor peso a mayor edad. Una ecuación muy sencilla.
Engordar no es el único cambio de la adultez
Ahora bien, ¿qué sucede si llevo una vida saludable, hago ejercicio y me alimento bien? Pues deberás tener en cuenta la cantidad de calorías que necesitas.
- Por ejemplo, a los 31 años una mujer de 60 kg precisa consumir 2000 calorías para mantenerse en su peso.
- La misma mujer a los 45 años tendrá un gasto basal de 1850 calorías.
Por lo tanto si sigue comiendo 2000 al día tendrá 150 “de más” cada jornada. En aproximadamente seis meses ganará 4 kg.
No solo debemos pensar en los kilos de más que “aparecen” a medida que vamos cumpliendo años, sino también en las enfermedades o condiciones que se van gestando en la adultez.
Es el caso de la osteoporosis por la disminución ósea o la artrosis por problemas en las articulaciones.
Para evitar que los años nos sumen también kilos es fundamental ir amoldando nuestros hábitos a la edad que tenemos. Por ejemplo:
- Continuar practicando ejercicio aunque sea más relajado (yoga, pilates, natación, etc).
- Reducir la ingesta de grasas, sal y harinas.
- No fumar ni beber alcohol
- Dormir lo suficiente.
Por último, debemos asumir que no se puede tener el mismo cuerpo ni la misma talla a los 25 que a los 50.
Además de que han pasado más de dos décadas de vida, nuestros hábitos se han modificado y el organismo ha acompañado esos cambios.