En ocasiones, nos sentimos vulnerables, como una Caperucita que, a modo de rito de paso, debe iniciar una nueva etapa adentrándose en esos escenarios desconocidos.
Ahí donde retarse, conocerse y averiguar dónde se hallan sus propios límites.
Vivir es explorar y es, ante todo, tener que batallar cada día con nuestras propias inseguridades y temores para impedir que nos venzan.
Solo así podremos alzarnos como criaturas autosuficientes, de las que no se dejan engañar, de las que confían en su olfato, en su intuición y en su propia experiencia.
Hoy en nuestro espacio te proponemos que lo hagas, que dejes a un lado la caperuza de tus temores y te abraces a tus lobos para liderar tu propia manada, ahí donde nada ni nadie puede vencerte.
Tus miedos son tus depredadores
Los miedos tienen una finalidad básica para nuestra supervivencia. Nos ponen en alerta, son nuestro mecanismo de detección ante cualquier riesgo que pueda ponernos en peligro.
- Una vez que nuestro cerebro procesa alguna amenaza, al instante aparece la adrenalina y esos neurotransmisores que aceleran nuestro ritmo cardíaco y tensan nuestros músculos para invitarnos a “escapar”.
- En nuestro pasado estos mecanismos tenían la finalidad exclusiva de protegernos frente a múltiples depredadores reales.
- No obstante, a día de hoy, esas amenazas y esos depredadores son otros. De hecho, son tan diferentes que rara vez tienen cuerpo, forma y una presencia definida.
En pleno siglo XXI los depredadores más comunes están en nuestra cabeza e incluso camuflados a veces de mejores amigos o parejas.
Es necesario identificarlos y descubrir todo aquello, interno o externo, que es capaz de robarnos nuestra felicidad, nuestro derecho a ser dignos, valientes y personas capaces de vivir en equilibrio y armonía con lo que nos rodea.
El depredador de tu inseguridad
Todos tenemos voz, tenemos nuestros derechos, nuestras virtudes y nuestras fortalezas.
Sin embargo, a veces, dejamos a un lado nuestras cualidades para bajar el rostro y claudicar ante lo que otros nos dicen, nos ordenan o, simplemente, esperan de nosotros.
- Convertirnos en meras marionetas de los dictados ajenos nos roba la dignidad, día a día y momento a momento.
- En estos casos, no podemos culpabilizar a nadie de nuestras infelicidades: el depredador reside en nuestro propio interior, no fuera.
Debemos ser capaces de vestirnos con nuestra piel de lobo para recuperar la valentía, para correr de nuevo en libertad y practicar esa asertividad que ensalza y defiende, que respeta y se respeta.
El depredador externo que te dice “tú no puedes, tú no sabes, tú no mereces”
En nuestra cotidianidad, en esos mapas personales en los que nos movemos a diario, se esconden, casi estratégicamente, diferentes depredadores que nos erosionan de forma implacable.
- A veces es la propia familia, que nos impide crecer, poniendo zancadillas a nuestro derecho de ser creadores de nuestro destino y nuestras elecciones.
- En otras ocasiones son las parejas afectivas, que confunden amor con dominación, cariño con manipulación.
- También en los trabajos, o los niños en sus contextos escolares, se ven vetados a menudo en su derecho a ser únicos, diferentes, a hacer las cosas a su modo, a demostrar sus capacidades…
Depredadores hay de muchas clases, pero los que abundan en exceso son los que arrancan alas y los que vetan libertades.
El depredador que te ancla a tu pasado y que te impide avanzar
Todos somos nuestras historias, todos somos nuestro pasado. Sin embargo, todo lo acontecido en el ayer nos define, pero no nos determina.
- Uno de los peores depredadores interiores es el que hace referencia a ese pasado que no nos impide avanzar para transformarnos en alguien más fuerte.
- Caminar hacia adelante implica dejar buena parte de esas piedras que tanto peso añaden a nuestra mochila emocional.
- Es necesario liberar parte de la carga a través de la aceptación, del perdón y de esa confrontación personal donde uno decide quedarse con lo bueno y no envenenarse con los malos recuerdos.
Seamos resilientes, aceptemos el ayer y seamos como esa manada de lobos sabia y libre que mira el futuro con esperanza y sin miedos.
Los depredadores que te quitan el aire, la tranquilidad, la felicidad
Hay depredadores que nos atrapan en sus garras del pesimismo, del desaliento y la preocupación constante.
- Son ladrones de calma, artesanos del mal humor y de esas tormentas que se introducen en nuestra mente quitándonos al felicidad.
- Identifícalos, reconoce sus artimañas y gestiona el impacto que puedan tener en tu vida para filtrar su negatividad, y sentirte en paz, sentirte a salvo de esa toxicidad.
Te proponemos poner en práctica estos consejos con los cuales, dejar sin duda de ser esa Caperucita tímida e ingenua y convertirnos en criaturas sabias, energéticas, vitales y capaces de transformar su realidad para ser más felices.
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