Eso dice la mexicana Edelmira Cárdenas.
Pero su proceso para descubrir el placer sexual no fue el de la mayoría. Fue más traumático, le cuenta a BBC Mundo.
Todo empezó siendo adolescente, cuando un primo hermano mayor que ella la sedó con una sustancia que hoy no identifica y la penetró.
"Me adormeció el cuerpo, pero estaba consciente", matiza.
"Y me pasó lo que a la mayoría que sufren abuso sexual, que quien lo perpetró fue alguien cercano".
El "sello de garantía"
Efectivamente, no son pocos los informes que respaldan esa afirmación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), que afirma que a nivel mundial por lo menos una de cada cinco mujeres son objeto de violación o intento de violación en el transcurso de su vida, señala en su Estudio multipaís de 2013 que entre el 6% y el 59% de las entrevistadas sufrieron violencia sexual por parte de su pareja.
"Era alguien que decía que me amaba, parte de la familia, y quedé totalmente traumatizada", prosigue su relato Cárdenas.
"Perdí mi virginidad, mi sello de garantía, y ya no era "digna para el matrimonio"".
Todo eso se lo guardó para sí misma, sin atreverse a contárselo a nadie.
Todo menos el cuerpo
Tampoco se lo dijo nunca a su primera pareja, con quien empezó a salir a los 18 años.
"Vivía al otro lado del país, así que era difícil que tuviéramos contacto físico", explica.
"Nos comunicábamos con cartas, eso sí, llenas de erotismo, que hacían volar mi imaginación", recuerda.
Cuando se juntaban, aderezaban sus reuniones con velas, flores, y así, a través del tacto y los olores, fue despertándose poco a poco su deseo.
"Pero no lo dejaba tocarme el cuerpo", subraya.
Y la prohibición también era para ella: "No me permitía tener placer".
En ese tiempo empezó a trabajar en el gobierno de su estado natal, porque quería dedicarse a las políticas sociales.
"Y allí me encontré con el acoso sexual, lo que me recordó mi primer abuso, y otra vez me obligué a adormecer mi sexualidad", relata la mexicana, hoy sexóloga y comunicadora -algo en lo que el haber sido víctima de abuso sexual tuvo mucho que ver, reconoce.
Pero siguió sumergiéndose en la literatura erótica, leyendo sobre el feminismo y dando charlas para mujeres que habían pasado por lo mismo que ella.
Rosas y aromas
Con su segunda pareja, a los 20 años, las caricias dieron paso a otras cosas.
"Y cuando llegó el acto sexual completo, lo llevó a otro nivel, con palabras bonitas, pétalos de rosas y aromas, y todo eso disipó mis miedos".
Aunque reconoce que no tomaba la iniciativa, porque no quería que él supiera "que tenía experiencia".
"No quería que me preguntara "¿Quién te lo enseñó?"", reconoce.
Así, el gran paso hacia la reconciliación con su propio placer fue cuando empezó a masturbarse.
"Es que, a pesar de todo, nunca había tenido un orgasmo", dice.
Y provocárselo a sí misma fue fundamental, asegura.
Rechazo al sexo e hipersexualización
Luz Jaimes, médico, terapeuta sexual y secretaria de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual, ha conocido muchas historias como la de Cárdenas.
"Los casos de mujeres con disfunciones sexuales que acuden a nosotros después de un abuso son más frecuentes de lo que uno se pensaría", le dice a BBC Mundo.
"Las que lo consultan inmediatamente después del suceso suelen ser generalmente adolescentes", explica.
"Pero también acuden a nosotros mujeres adultas por dificultades para tener relaciones sexuales, y durante la terapia descubrimos que fueron víctimas de abuso en algún momento de su vida", añade.
Según la experta necesitan psicoterapia, además del apoyo del entorno, y el tratamiento depende del impacto que la experiencia haya tenido en ellas.
"La mayoría sufre trastornos físicos, pesadillas, falta de deseo, algunas sienten dolor durante las relaciones o no tienen orgasmos, otras rechazan cualquier situación sexual, o reaccionan de manera agresiva porque no pueden manifestar su malestar", enumera.
"Pero no todas tienen sentimientos de culpa, o inhibiciones para con el sexo, y otras tienden hacia la hipersexualización", remarca.
Recuperar el cuerpo
Pavan Amara fue víctima de abuso sexual durante la adolescencia. Ya adulta fundó en Reino Unido el proyecto My Body Back (Recuperar mi cuerpo).
La iniciativa cuenta con clínicas en las que llevan a cabo citologías a mujeres que sufrieron violencia sexual y no se atreven a acudir al ginecólogo, además de centros de maternidad especializados y grupos de lectura.
Pero a Amara también le interesaba trabajar otro ámbito para mejorar la vida de quienes pasaron por abusos: el del sexo.
Una mujer británica de 43 años que fue abusada por su padrastro desde que tenía 8, por ejemplo, contó en una sesión que trata de controlar su mente mientras tiene relaciones sexuales para evitar tener un flashback.
"Durante todo el proceso temo que me vuelvan los recuerdos e intento controlar la náusea, y en eso, me es imposible alcanzar el orgasmo".
El proceso de Sandy, de 41 años, y quien fue violada por un amigo, fue muy distinto.
Tras el suceso, empezó a tener sexo "con todos los hombres que podía".
"Para que vean la dimensión del asunto, una vez bajé al supermercado a comprar algo para cenar. Y termine acostándome con el cajero el mismo día y me las apañé para conseguir el teléfono del tipo que estaba colocando los productos en las estanterías, al que llamé al día siguiente para tener sexo".
Café y vibradores
Hace dos años Amara se puso en contacto con Sh! Women"s Erotic Emporium, un sex shop de Londres sólo para mujeres que colabora con el Sistema Nacional de Salud (NHS) de Reino Unido para ayudar a mujeres a superar disfunciones sexuales.
"Nos envió una carta lindísima, nos reunimos con ella y planeamos nuevas maneras de ayudar a las sobrevivientes de violencia sexual", le cuenta su fundadora, Renée Denyer, a BBC Mundo.
A partir de entonces, cada seis semanas organizan un evento llamado Café V, para mujeres víctimas de abusos que ya acuden a terapia profesional y están preparadas para explorar el sexo de nuevo.
"Son reuniones en las que hablamos de lubricación, de anatomía, en las que practican con una réplica (de los genitales)… Se trata de aprender a permitir el contacto sexual de nuevo, y a sentirse sexual y sensual", explica Denyer.
"Muchos terapeutas y médicos nos mandan sus pacientes y hablamos en torno a una taza de café o té".
En las reuniones hay plazas para 25 y siempre están llenas.
"En cuanto a los consejos que damos, depende del punto en el que se encuentre la víctima", afirma Denyer.
Ofrecen, por ejemplo, un kit de dilatación, que consta de vibradores de varias medidas, el más pequeño del tamaño de la uña del meñique.
"Ayuda a relajar la vagina, y el objetivo es que la mujer vuelva a disfrutar de la penetración".
Pero otras prefieren empezar viendo DVDs, o leyendo literatura erótica, como Edelmira Cárdenas.
"Yo empecé a dedicarle mucho al erotismo, antes que a la corporalidad", explica ella.
"La cuestión es recuperar tu cuerpo para ti misma y reconstruirte como mujer".
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