Y es que, pese a su eficiencia y sostenibilidad, la adquisición de este tipo de vehículos todavía provoca cierto recelo. Los motores eléctricos presentan varias diferencias tanto en funcionamiento como en mediciones respecto a los coches de combustión fósil tradicional a la que los conductores están acostumbrados y pueden ser estas las razones de su poca captación de mercado.
Por ejemplo, la compra de un coche eléctrico implica una nueva terminología que despista a los compradores a la hora de comparar y decidir. Las diferentes unidades y parámetros de medida (como kilovatio, kilovatio por hora, a los cien kilómetros…) pueden llegar a desorientar a los usuarios.
Para poder hacer una comparación real hay que entender que el gasto de kWh/100 km (kilovatio por hora a los cien kilómetros) podría ser el equiparable del gasto de combustible a los cien kilómetros. Y en esa comparativa, calculando el precio de la luz y el del litro de combustible, averigua la capacidad de ahorro o de gasto del vehículo.
Energía, almacenaje y carga
Los combustibles fósiles tienen mucha densidad energética, por lo que ocupando un espacio más reducido pueden almacenar mayor cantidad de energía. Además, el almacenaje de la misma es tan sencillo como encontrar un recipiente que se adapta a sus características.
Sin embargo, los coches eléctricos pueden almacenar menor cantidad aunque también es cierto que necesitan menos energía bruta para arrancar y funcionar, lo que presenta una ventaja. Y en lo que se refiere al almacenaje, la electricidad presenta más dificultades y la necesidad de procesos de energía eléctrica a química y viceversa.
Pese a que estas diferencias puedan frenar la adquisición de un coche eléctrico, siempre hay que recordar que el consumo de estos vehículos es más económico que el de los motores de combustión tradicionales y mucho más respetuoso con el medio ambiente y el entorno, entre otras ventajas.