Desde la década anterior su llegada a los autos de lujo se volvió cotidiana debido a que los vehículos, a nivel mundial, optaron por incluir luces diurnas debido a los reglamentos de varios países que las exigen.
Así se convirtieron en una buena opción, no solo por su ahorro de energía, sino por la maleabilidad que poseen y que les permite adaptarse a cualquier diseño de forma sencilla y segura.
Descubierta a finales de los años 1920, la tecnología led pasó mucho tiempo en el anonimato pese a su utilidad, pues se trata de un diodo emisor de luz constituido por un material semiconductor dotado con dos terminales.
Cuando la corriente circula entre ambos se crea el efecto de electroluminiscencia, que puede variar la coloración dependiendo de la tensión que se le aplique, en combinación al material semiconductor.
Esto los hace muy prácticos y en el caso de los autos, se usan LED de alta potencia, con una luminosidad mucho más intensa y por lo tanto generan una mayor temperatura, lo que puede generar fallos lo que hace importante usar disipadores que los enfríen.
Al estar encendidos tanto tiempo, los LED podrían fallar, pero no por su propia causa, sino por la placa central que es la que debe soportar la temperatura y si falla, entonces todo el conjunto lo hace y habría que reemplazarlo.
En el caso de los autos que montan sistemas Full LED, las luces de este tipo ya no son de apoyo, sino principales, lo que hace que el espectro cercano sea prácticamente perfecto, aunque el alcance es menor.
En caso de usarlos en condiciones extremas de frío, como la nieve, al no generar calor en su proyección, el hielo y la nieve se puede adherir a ellos, por lo que algunos autos que son sometidos a estas temperaturas conservan luces de halógeno.
Prácticas, baratas y con manejabilidad para cualquier diseño, pero aún por desarrollarse, son perfectas para áreas urbanas, aunque quien viaja por carretera y en climas complicados, podría preferir otro tipo de iluminación.