Las Grandes Ligas vuelve a un Puerto Rico que trata de recuperarse de los estragos de María
SAN JUAN. La estatua de Hiram Bithorn se la llevó el huracán. El estadio con su nombre volverá a vibrar.

Esa es una manera apta para resaltar el momento actual en Puerto Rico, a punto de ser anfitrión de la actividad deportiva más significativa desde que el huracán María arrasó la isla hace siete meses.

El béisbol de Grandes Ligas regresa el martes a San Juan, donde Cleveland y Minnesota protagonizarán una serie de dos juegos que muchos consideran ofrece la oportunidad de mostrarle al resto del mundo que aún falta mucho por hacer en la reconstrucción.

“Odio tener que decirlo, pero esta es una magnífica plataforma para que la gente vea la realidad”, comentó Alex Cora, el puertorriqueño que debuta esta temporada como manager de los Medias Rojas de Boston.

Cora compró boletos para que sus familiares acudan a los juegos entre los Indios y Mellizos — y hubiera deseado que sus Medias Rojas estuvieran en San Juan esta semana. “Estamos mejor que hace seis o siete meses. Pero aún queda muchísimo por hacer”.

Eso es palpable en San Juan y más notorio al trasladarse a las zonas más remotas de las islas.

Lonas azules aún cubren mucho de los techos de casas que quedaron averiados. Las señales de tráfico siguen sin funcionar, incluso en los distritos más acaudalados de San Juan. Y los enormes palmares cerca del aeropuerto de la capital no están erguidos _ están doblados, otra señal del viento que les asoló.

Bithorn, el primer puertorriqueño en jugar en las mayores, fue homenajeado con una estatua afuera del estadio donde se disputarán los juegos esta semana. La estatua voló con el impacto de la tormenta, cayéndose de cabeza sobre el pavimento. La enorme base de la estatua sigue ahí, pero la réplica de bronce de Bithorn en uniforme no aparece.

“Hay gente que aún está sufriendo”, declaró Carlos Correa, el estelar torpedero puertorriqueño de los Astros de Houston. “Y el poder llevar el béisbol, el deporte que más gozamos, de vuelta a mi país — eso será increíble. Mucha gente lo estaba esperando. Todo vendido y será una experiencia que va a marcar a muchos niños que no pueden venir a Estados Unidos para ver juegos de Grandes Ligas”.

María fue el tercer huracán que más pérdidas causó en Estados Unidos, tocando tierra en Puerto Rico como una tormenta de categoría 4, el 20 de septiembre. Lo hizo con vientos sostenidos de 249 kilómetros por (155 mph), apenas por debajo del estatus de categoría 5.

El número de muertes en Puerto Rico ascendió a 65. Pero esa cifra es demasiado baja para considerarse precisa. El propio Centro Nacional de Huracanes, en el informe sobre la tormenta que recientemente divulgó, dijo que “se debe resaltar que cientos de muertes indirectas adicionales podrían finalmente atribuirse al paso de María, dependiendo de los resultados de una investigación oficial del gobierno”.

En cuanto a costo, solo en Puerto Rico y las Islas Vírgenes Estadounidense, el estimado de los daños llega a los 115.000 millones de dólares.

“Son miles las personas que se quedaron sin nada”, dijo Correa. “Sin casa. Sin techo. Sin electricidad. Sin comida. Sin agua. Y aún necesitamos ayuda”.

Desde luego que estos dos juegos de béisbol no solucionarán todos los problemas.

Pero el que aporten cierta sensación de normalidad, en tiempos anormales, debe mitigar.

“Tenemos la oportunidad de poder influir”, comentó el manager de los Mellizos Paul Molitor. “Por un lado donando, pero también pronunciándote y haciendo acto de presencia para darle importancia a las tareas que se siguen haciendo. Grandes Ligas, los Mellizos y los Indios han hecho un buen trabajar de coordinar la mayor cantidad de eventos durante estos tres días sin distraerse de la realidad que tenemos que jugar béisbol”.

Será así que, durante unos 18 innings el martes y miércoles, los 18.000 fanáticos en el Hiram Bithorn podrán disfrutar otra vez del deporte”.

“Es bueno tener un recordatorio de que tenemos trabajo por delante”, dijo Cora. “La gente no se da cuenta. Hay gente en las montañas que no tienen agua potable, no tienen electricidad. Han pasado seis, siete meses. Eso es duro. Aquí (en Estados Unidos nos quejamos de que nos quedamos sin luz por tres días y nos volvemos locos. Imagínense eso”.

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Escrito Por Redacción R
Monday, April 16, 2018
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