Los premios Ig Nobel son una parodia del Nobel. Se entregan cada año a principios de octubre para reconocer los logros de diez grupos de científicos que “primero hacen reír a la gente y luego la hacen pensar”.
Los premios se entregan en una ceremonia oficial organizada en el Sanders Theatre, de la Universidad de Harvard en EE. UU. Lo de Ig Nobel es en realidad un juego con la palabra en inglés ignoble, que en castellano significa “innoble”.
Todo esto puede sonar a chufla pero Andre Geim ganó el Ig Nobel en el año 2000 por “hacer levitar una rana con imanes”. Diez años después, ganó el Nobel de Física, el de verdad, por sus estudios sobre el grafeno.
Algunas curiosidades sobre los chicles
Antes de explicar en qué ha consistido este trabajo y por qué es tan interesante, aunque a primera vista no lo parezca, contaré algunas curiosidades sobre el chicle.
La goma de mascar, el chicle, ha sido usado por el ser humano desde hace miles de años.
Se han encontrado señales de dientes en resinas de alquitrán de madera del mesolítico y neolítico que sugieren que ya entonces se empleaban, probablemente, para la limpieza de los dientes o cómo adhesivo.
Sin embargo, los primeros chicles comerciales como los conocemos ahora son de finales del siglo XIX y hoy en día su consumo es masivo.
Curiosamente, en países como Irán y Arabia Saudí se calcula que el 80% de la población los consume de forma regular.
En Europa y EE.UU. más del 60 % de los adolescentes y adultos han mascado chicle en los últimos seis meses y la media es de entre uno y cuatro al día.
En EE.UU. han calculado que el comercio de los chicles llega a mover más de $30,000 millones de dólares al año (datos de 2019).
La composición de los chicles es muy variable, pero en general el componente mayoritario (entre un 20 y un 30%) es goma de mascar no digerible, a la que se añaden azúcares, polioles (en las formulaciones sin azúcar), colorantes o saborizantes y antioxidantes.
La goma base puede tener distinta composición: desde polímeros naturales (como látex o ceras) o sintéticos (como acetato de polivinilo), hasta elastómeros sintéticos (como el polietileno, poliisopreno y otros).
Desgraciadamente, el chicle suele acabar en el suelo y se deben gastar millones de euros y muchas horas de trabajo en su limpieza.
En Reino Unido se ha calculado que se gastan más de 70 millones de euros al año en su limpieza. Por eso, hay proyectos de investigación dirigidos a conseguir gomas menos adhesivas, más solubles en agua y biodegradables.