Esto es debido a la tradición y a las regulaciones que rigen la corona británica, que hacen un poco más difícil conseguir el título de rey. De hecho, solamente los descendientes directos de la familia real británica pueden ser considerados como reyes.
Consorte del Reino Unido es el título real británico creado para la esposa del monarca del país. Así, la persona que se casa con un rey es considerada reina consorte, por lo que sí recibe el título de reina. Este fue el caso de la reina Carlota de Mecklemburgo-Strelitz, esposa del rey Jorge III, o de Alejandra de Dinamarca, esposa del rey Eduardo VII. Incluso de Isabel Bowes-Lyon, esposa del rey Jorge VI, que fue la madre de la actual reina Isabel II.
Sin embargo, en Reino Unido no ha habido ningún caso de rey consorte, ya que cuando los hombres se han casado con las herederas legítimas al trono, estos han recibido otros títulos, como en el caso de Felipe, duque de Edimburgo y príncipe de Reino Unido.
Cuando contrajo matrimonio con Isabel II y, sobre todo, cuando ésta fue coronada, Felipe de Edimburgo tuvo que renunciar en primer lugar a su religión ortodoxa y convertirse al anglicanismo. Además, dejó su carrera militar en la Marina, aunque ya había obtenido el pasaporte británico y se había cambiado el apellido alemán de su familia paterna por la versión inglesa del de su madre: Mountbatten. Para casarse con la futura reina de Inglaterra, el duque de Edimburgo se vio obligado también a renunciar a sus derechos dinásticos, es decir, a su título de príncipe de Grecia y Dinamarca.
Por todas esta razones, su esposa, consciente del enorme sacrificio que había hecho para convertirse en consorte, decidió otorgarle el título de Duque de Edimburgo y, además, que todos sus descendientes masculinos que no tuvieran títulos reales pudieran llevar el apellido Mountbatten, ya que el príncipe Felipe siempre se lamentó de ser el único hombre en el país “que no podía dar su apellido a sus propios hijos”.
Además de duque de Edimburgo, Felipe recibió los títulos de conde de Merioneth y barón Greenwich. De esta forma, a pesar de haber estado casados tantos años con la reina legítima del país, el duque de Edimburgo fue nombrado en la coronación de la reina como príncipe de Reino Unido, no rey.