El clavo, que mide seis centímetros y está decorado con una pequeña cruz con incrustaciones de oro de 21 quilates, se guardaba en una caja de madera con ornamentos de oro y plata. Los expertos establecieron que parte de la madera de la que se fabricó pertenece al período comprendido entre los años 260 y 416 d.C., detalla el medio checo Idnes.
La tapa maciza de la caja estaba originalmente hecha de oro y llevaba forjada la inscripción "IR". Según opinan los investigadores, estas letras podrían ser la abreviatura latina de Iesus Rex, es decir, Jesucristo.
Otro hecho que llevó a los investigadores a considerar la hipótesis de que el clavo pudo ser usado en la crucifixión de Jesucristo es que el oro, durante la Edad Media, era un metal extremadamente raro y solo se usaba en la fabricación de cosas completamente excepcionales en su rareza, precio e importancia.
Si bien el descubrimiento podría ser de gran importancia para la ciencia arqueológica, los investigadores aún necesitan hacer más estudios para determinar la edad exacta del clavo y comprobar la versión de su supuesto uso en la crucifixión de Jesucristo.