Nadie hizo caso al lunar gigante de este niño… y murió de cáncer a los ocho años
ESPAÑA.- “Iba a volverme loca… Les decía a los médicos: ‘¿Y no será cáncer?’. Y ellos me contestaban: ‘Señora, está usted loca’. Año tras año. Llegaron a diagnosticarle a Izan gripe, anorexia, neumonía.

Dijeron que tenía problemas psicológicos. Que lo hacía todo para llamar mi atención. Le decían, delante de mí: ‘Tienes que dejar de llamar la atención a tu mamá’. Yo insistía con el cáncer, me daba miedo que lo que tenía, el lunar gigante con el que había nacido, acabara en… Y me decían: ‘Señora, si sigue usted con eso, el cáncer se lo va a provocar usted, no sea obsesiva’. Decían que era yo la que le iba a provocar cáncer».

 

Hasta que Izan Adán murió. De cáncer. Con ocho años, en febrero de 2016. La supuesta neumonía, cuando se le hizo al niño el TAC tantos años negligente-mente postergado, dio la cara como un melanoma irreversible en el pulmón derecho. Con «gran cantidad» de metástasis en pecho, cráneo, hígado, riñón, páncreas y huesos, narra, llorando, su madre.

Un cáncer, en fin, que creció y parasitó a su hijo mientras ella reclamaba una atención que llegó cinco años tarde, y que ahora le vale 175.000 euros de indemnización por parte de la aseguradora del Servicio Madrileño de Salud, según sentencia (aún recurrible) de Primera Instancia 71 de Madrid. «Y fíjate que, una vez todo se descubrió, a él se lo fui ocultando, protegiéndole. Pero en los últimos meses, cuando sus pulmones ya estaban enganchados a un ventilador 24 horas al día, y él a una silla de ruedas, me decía el pobre:

 

Diana Adán, con los restos de su hijo, en su casa. Sergio Gonzalez Valero MUNDO

– Mamá, me estoy muriendo.

Y yo le contestaba:

– No, te estás curando.

Al menos ahora, allá donde esté, sé que Izan no tiene dolor».

Diana, su madre, peregrinó durante años entre el Hospital de Fuenlabrada (Dermatología), el Doce de Octubre (Oncología y Neumología) y La Paz (Plástica) -«pónlos por favor a todos, que se sepa dónde fuimos y dónde pasó todo»-, sin que nadie se diera cuenta de que el niño sufría un melanoma.

 

A las ocho horas de nacer, el 8 de agosto de 2007, Izan Adán Fernández estaba de nuevo en un quirófano. Había nacido con un enorme lunar que le ocupaba el 95% de la espalda: lo que se llama un nevus gigante, con ramificaciones en el pecho. «Nos dijeron que había que quitárselo poco a poco, que era un organismo como dormido, que escuchaba todo, pero que controlado se podía vivir con él, aunque a veces podía degenerar en un melanoma. Había antecedentes familiares: mi madre había sufrido un melanoma. Nunca me quité de encima ese miedo», recuerda Diana, auxiliar de enfermería de 34 años hoy.

La literatura científica dice que un nevus melanocítico gigante -ése es su nombre científico- como el que ocupaba toda la espalda de Izan puede devenir en melanoma, y una placa radiológica de 2010, cuando el niño tenía dos años, evidenciaba «una sombra» en el pulmón. Pero desde que el crío comenzó a renquear en 2010 hasta junio de 2015, ni en el Hospital de Fuenlabrada, ni en el Doce de Octubre, ni en La Paz encontraron madre e hijo quien les hiciera un TAC. Ni siquiera en los últimos meses, con un gran derrame entre el pulmón y la pleura.

OPERADO OCHO VECES EN SUS PRIMEROS TRES AÑOS

Tras nacer con el nevus, Izan fue operado en hasta ocho ocasiones en La Paz, entre 2008 y 2011, para retirarle el lunar, «siempre esperando a que la piel tuviera la elasticidad adecuada», explica Diana, asistida por el abogado Álvaro Sardinero, en nombre de la Asociación del Defensor del Paciente.

 

La clave acaece en julio de 2010, cuando su pediatra observa una «alteración» en una radiografía de tórax acerca de la cual, según consta en el informe clínico del Hospital de Fuenlabra-da, y la facultativa «no lo tiene nada claro», se puede leer en el propio informe médico. Sin embargo, sigue ese documento, «se avisa a Rayos [del Hospital de Fuenlabrada], revisan la rx y no observan lesiones nodulares».

Tres años después, ante la realidad de que el pequeño, de entonces cinco, tiene problemas respiratorios de origen poco claro, le hacen otra radiografía de tórax en su centro de salud, y se refieren imágenes «más intensas» en el lóbulo inferior izquierdo del pulmón. No se hizo nada igualmente, aunque Diana ya repetía entonces a los médicos que su hijo tenía una condición de base, el nevus, que podía degenerar en melanoma. «Se reían de mí, me trataban con condescendencia», explica.

En febrero de 2015, cinco años después de los primeros síntomas, sufre un derrame en la pleura con imagen de condensación en el mismo lugar. Se le diagnostica neumonía, se le pautan antibióticos y la fiebre desaparece, pero no la imagen. En este punto, ya, el juez sentencia que el TAC era ineludible, pero aún así nadie toma la decisión.

“UNA MÉDICO DIJO QUE LE TENÍAN QUE HABER HECHO UN TAC”

«Mucho después, cuando Izan ya había muerto y fui a buscar sus documentos, una médico del Doce de Octubre, de Neumología, me admitió que ese febrero, cuando mi hijo estuvo allí, ella había comentado que a Izan había que hacerle un TAC, pero que su compañero no lo estimó oportuno. Quién sabe si mi hijo se hubiera salvado si se lo hacen».

 

El melanoma estaba ya llenando de metástasis el cuerpo de Izan. «Ahí yo ya les decía que mi hijo tenía cáncer, que no podía ser otra cosa, pero sólo conseguía parecer una madre loca. A ese mismo neumólogo le llevé el expediente de la enfermedad base de mi hijo, y ese fue el que me dijo, muy tranquilo, que los niños no tienen cáncer, que no me preocupara o de lo contrario el cáncer se lo causaría yo».

Al descubrirse el cáncer en julio de 2015, cuando el niño ya estaba perdiendo peso, con dolor abdominal y fiebre, prácticamente desahuciado -con un TAC en el que se aprecia «una gran masa que le ocupa la práctica totalidad del lóbulo izquierdo, entrando dentro del bronquio»-, el Hospital de Fuenlabrada comunica a Diana «que no hay tratamiento posible, que no hay nada que hacer. Montamos una página de Facebook para pedir ayuda…».

Ahí se evidenció, en el Doce de Octubre, que el melanoma no era de una malignidad agresiva, lo que hubiera permitido un tratamiento de detectársele a tiempo. Al pequeño no le quedó prácticamente más que tratamiento paliativo. Al día siguiente de su cumpleaños, en agosto de 2015, perdió la movilidad de su pierna derecha y quedó en silla de ruedas. Falleció, finalmente, el 13 de febrero de 2016.

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Escrito Por Redacción R
Friday, October 11, 2019
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