Jacques-André Istel, el hombre que construyó un museo en el “centro del mundo”
Hace unos 30 años, Jacques-André Istel le dijo a su esposa, Felicia Lee: “Nos sentaremos en el desierto y pensaremos en algo que hacer”. No parecía una propuesta muy atractiva, pero para entonces Lee ya estaba acostumbrada a la particular forma de pensar de su esposo.

En 1971 Istel y su entonces futura esposa emprendieron una riesgosa aventura. Volaron en un pequeño avión bimotor que apenas tenía el empuje de un automóvil Chevrolet.

Detrás de eso, estaba el negocio de convencer a la gente para que saltara de los aviones.

En la década de 1950, después de regresar de la Guerra de Corea, donde sirvió con los Marines de EE.UU., Istel desarrolló equipos y técnicas de paracaidismo que hicieron posible que cualquier persona pudiera saltar de un avión a casi 800 metros de altura y aterrizar como si hubiera caído desde una caja de un metro.

Pronto, miles de estadounidenses disfrutaban la última moda: el paracaidismo.

Lee fue periodista de Sports Illustrated. Conoció a Istel, por entonces conocido como “el padre del paracaidismo deportivo en EE.UU.”, durante una entrevista para un artículo en la revista.

Lee tenía su propio gusto por la aventura. “Si le dijera que mañana iremos a Marte, ella respondería: ‘¿Qué empaco?’“, cuenta Istel.

Y así, en la década de 1980, la pareja se mudó al extremo sudeste de California, unos pocos kilómetros al oeste de Yuma, Arizona, donde décadas antes Istel había adquirido una parcela de unas mil hectáreas.

Aparte de un buen acuífero, este oasis en el desierto de Sonora tenía poco de atractivo. Pero “nos dimos cuenta de que nos encantaba la calma, la belleza”, dice Istel.

Sin nada a su alrededor, aparte de un parque para caravanas y algunas dunas de arena impresionantemente altas, el refugio de esta pareja en el desierto estaba prácticamente en medio de la nada.

Así que tenía sentido, al menos en la ferviente imaginación de Istel, ponerlo en medio de algún lugar.

El centro del mundo

En 1985, el pionero del paracaidismo nacido en Francia instó a la Junta de Supervisores del Condado Imperial de California a que designara un lugar en su propiedad como El Centro Oficial del Mundo.

La idea era extraña pero no necesariamente inexacta, dado que cualquier parte de la superficie de la Tierra podría ser el centro.

Y no solo consiguió que el condado lo reconociera, sino que el Instituto Geográfico Nacional del gobierno francés también se unió a la broma.

Un hito de tanta importancia necesitaba una ciudad propia. Es así que en 1986 Istel creó Felicity, que ahora cuenta con unos 15 residentes y su propio letrero de autopista.

Sin enfrentar ninguna oposición, Istel fue elegido alcalde ese mismo año, aparentemente de por vida.

Pero Istel no había terminado con su edén en el desierto.

Historia sobre granito

Tuvo la idea de construir un monumento de granito con inscripciones que honraran a personas y lugares importantes en su vida: compañeros paracaidistas, su alma máter (la Universidad de Princeton en Nueva Jersey) y su familia, que había huido de Francia durante la Segunda Guerra Mundial y se había establecido en Nueva York.

Su padre, André, había sido asesor de Charles de Gaulle y su madre, Yvonne, fue voluntaria durante la guerra.

Istel no quería un monumento cualquiera. Tenía que ser magnífico y, lo más importante, tenía que ser algo que durara mucho.

Contrató a ingenieros estructurales que diseñaron un triángulo alargado de granito que, “a menos que el planeta explote”, dice Istel, podría sobrevivir hasta el año 6000.

El monumento triangular se levantó en 1991. Medía 30 metros de largo, más de un metro de alto y contaba con unos 60 paneles de granito rojo pulido.

La durabilidad se debía a lo que había dentro: concreto reforzado con acero hundido en zanjas de 1 metro de profundidad.

Istel decidió entonces que construiría otro monumento, este para honrar a los marines estadounidenses que lucharon y murieron en la Guerra de Corea.

Luego vino un tercer monumento y un cuarto y un quinto.

Hoy, 20 monumentos de granito dispuestos en ángulos artísticos a lo largo del suelo del desierto, conforman colectivamente el Museo de Historia en Granito, una especie de banco de conocimiento al aire libre.

Como escribió un usuario en el sitio de reseñas de viajes TripAdvisor, el museo es el lugar a donde “los marcianos irán a aprender sobre la humanidad”.

Istel ha grabado sus triángulos de piedra con una selección de conocimientos y datos históricos, desde el Big Bang hasta el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama.

Los visitantes, que llegan de a miles cada año, aprenden sobre temas tan variados como el hinduismo, la erupción del Vesubio, los zapotecas del centro de México, Atila el huno, el teorema de Pitágoras, el comportamiento de las morsas, el discurso de Gettysburg, la llegada del ser humano a la Luna y el terrorismo en tiempos contemporáneos.

Despertar la curiosidad

A pesar de haber estudiado en una prestigiosa universidad, Istel cree firmemente que el conocimiento adquirido por uno mismo “es probablemente la mejor forma de educación“.

La idea detrás de estos bocetos en miniatura de la historia es ofrecer la información suficiente para abrir el apetito del lector. La mayoría de los temas, incluso los grandes, tienen como máximo un par de cientos de palabras.

Primero Lee se encarga de la mayor parte de la investigación, utilizando publicaciones de renombre como Oxford, Britannica y Larousse.

Luego Istel escribe el texto y entre ambos pulen la redacción antes de decidirse por una versión final. Por ejemplo, una placa titulada “Tiempos interesantes” pasó por 59 borradores.

Una vez que el texto está listo, los grabadores profesionales se ponen a trabajar, a menudo de noche para escapar del brutal calor del desierto.

Para acompañar el texto, los artistas graban ilustraciones en los paneles de piedra.

El museo no puede cubrir todo, así que “tú eliges las cosas que son interesantes“, dice Istel. A menudo agrupa artículos relacionados en un solo tema. El Código de Hammurabi y los Diez Mandamientos aparecen bajo “Primeros conceptos de la ley”, por ejemplo.

La doctrina estadounidense del “Destino manifiesto” se menciona en un panel llamado “Explorando y expandiendo”, junto con la expedición de Meriwether Lewis y William Clark.

Algunos temas son de interés personal para Istel (el paracaidismo tiene un amplio espacio), mientras que otros temas son sugerencias de otros. A Lee se le ocurrió la idea de un panel sobre el “Gran Sello de los Estados Unidos”, el escudo de armas oficial de ese país.

Las inscripciones revelan datos divertidos. Por ejemplo, en 1809 el presidente estadounidense James Madison propuso que su gabinete tuviera un cargo llamado Secretario de Cervezas, y las hamburguesas “representan casi el 60% de todos los sándwiches consumidos”.

O que el animal que aparece en la bandera original de la República del Oso de California “parecía más un cerdo que un oso”.

Incluso el botón de silencio de los televisores, que Istel considera “uno de los grandes inventos del mundo”, recibe una mención.

Istel busca ser objetivo y riguroso, pero dado que incluso las fuentes acreditadas no están de acuerdo en ciertos puntos, es un desafío difícil. “La respuesta es que haces lo mejor que puedes“, dice.

Más allá del museo

La temporada oficial del museo se extiende durante los meses más fríos.

Desde el día después del Día de Acción de Gracias (el cuarto jueves de noviembre) hasta finales de marzo, los visitantes pueden participar en un recorrido de 15 minutos dirigido por un docente voluntario, ver un breve video sobre el museo o comer en el pequeño restaurante.

Durante el resto del año, el museo está abierto, pero solo para visitas sin guía.

La propiedad de Istel también está salpicada de piezas de arte y arquitectura que aparentemente tienen poco que ver con cualquier cosa, pero añaden un poco de diversión absurda.

Una sección de siete metros de la escalera de caracol original de la Torre Eiffel se eleva de manera incongruente hacia el cielo del desierto.

Una réplica de bronce de la escultura “El brazo de Dios” de Miguel Ángel, de la pintura en el techo de la Capilla Sixtina, actúa como el gnomon de un reloj de sol.

También hay una pirámide hueca de granito rosa de 6 metros, dentro de la cual hay una placa de metal que marca el centro del mundo.

Un pago de US$2 por persona, además de los US$3 que cuesta la entrada al museo, da derecho a los visitantes a un certificado que acredite haber estado en ese lugar exacto.

El elemento más alto y más llamativo de la propiedad es una pequeña capilla blanca que se encuentra poéticamente sobre una colina de tierra de 10 metros de alto.

Istel no es particularmente religioso, pero pensó que sería apropiado instalar la capilla por cuestión de “buen comportamiento“.

La pareja vive junto al museo en una hermosa casa con grandes ventanas, que dan a las montañas color chocolate. Hay una biblioteca con volúmenes encuadernados en cuero y un piano que Lee toca. Istel sirve a los huéspedes agua con gas o vino si lo prefieren, en copas de cristal.

Istel ha hecho planes para el museo y todo lo que lo rodea. A medida que se acerca a su cumpleaños número 90, no tiene planes de renunciar a ellos.

El museo está lejos de terminado. Docenas de paneles de granito esperan textos e ilustraciones.

También hay un nuevo letrero de autopista y está la interminable tarea de mantenerse al día con las reseñas que las personas escriben en internet. Istel responde a cada una, incluso las malintencionadas, con una cortesía inquebrantable.

Si los habitantes de otros mundos visitan el museo un día, Istel no estará particularmente sorprendido. Él cree que los humanos algún día colonizarán otros planetas, por lo que no es inconcebible que puedan, en algún momento, regresar a la Tierra.

Un panel de granito lleva un gran signo de interrogación, junto con esta inscripción: “Que los descendientes lejanos, quizás lejos del planeta Tierra, vean nuestra historia colectiva con comprensión y afecto“.


 
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Escrito Por Redacción R
Wednesday, March 27, 2019
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