La imposibilidad de cerrar correctamente los ojos, es decir, cubrir el globo ocular en su totalidad con los párpados, es una condición que recibe el nombre de Lagoftalmos o lagoftalmia. Este término proviene del vocablo griego lagoos que significa liebre y su uso para nombrar este padecimiento viene de una antigua creencia que plantea que las liebres duermen con los ojos abiertos, quizás por el hecho de estar siempre en alerta y listas para escapar de sus enemigos.
Existe bastante consenso en la comunidad médica en ver este problema más como un síntoma que como una enfermedad, ya que generalmente tiene una causa subyacente como pueden ser algunas infecciones, traumatismos y parálisis faciales, enfermedades de la piel e incluso, procedimientos quirúrgicos como las cirugías estéticas mal realizadas. También puede ser provocado por enfermedades de la tiroides o pérdida de la tonicidad de los músculos faciales.
Cuando se habla específicamente del momento del sueño y la imposibilidad de cerrar los ojos durante el mismo, se emplea comúnmente el nombre de lagoftalmos nocturno, y es bastante difícil de diagnosticar porque la persona normalmente no se da cuenta que no cierra los párpados cuando duerme hasta que otra persona se lo advierte.
En condiciones normales, cuando el párpado se cierra cubre la superficie de los ojos con una fina película de lágrimas que protege la misma del polvo y otras partículas del ambiente, a la vez que los humedece y los mantienen sanos.
Cuando no se cierran los párpados, particularmente durante tantas horas de sueño, la persona se expone a sufrir sequedad ocular, la cual puede resultar dolorosa y muy dañina para el mismo, además de que se expone a lesiones e infecciones que puedan provocar agentes patógenos o cuerpos extraños que caigan en él. De hecho, un padecimiento de este tipo de larga duración puede llevar a la persona a la pérdida permanente de la visión.
¿Cómo se trata la lagoftalmia?
Existen varios métodos para tratar esta problemática, algunos son solo soluciones parciales y otras son más drásticas e intentan solucionar el problema totalmente. Entre las primeras está la aplicación frecuente de lágrimas artificiales con el objetivo de mantener la córnea húmeda, aunque en el caso de las largas horas de sueño es preferible emplear una pomada que extiende más su acción en el tiempo. También se han empleado gafas especiales que impiden que la película lagrimal se evapore durante el sueño.
Otra solución, en los casos en los que es factible, son las cirugías de diversos tipos. Una de ellas que resulta cuando menos curiosa, es la que emplea inserciones de oro o de platino en los párpados superiores, de manera que el peso que provocan tira de los mismos hacia abajo. Esto puede requerir frecuentes ajustes y no está exento de problemas derivados.
Sea cual fuere la solución posible, lo más importante es acudir al especialista una vez detectado el problema ya que a menudo suele ser síntoma de una enfermedad más perniciosa que puede manifestarse de esta manera en principio, y puede ser una vía efectiva para atajarla a tiempo.