En realidad, la mayoría de nosotros somos notablemente malos al enfrentarnos a la autoridad.
Investigaciones recientes explican por qué somos así, al darnos una idea de cómo el cerebro trata, o no, estas situaciones difíciles.
En experimentos llevados a cabo por la neurocientífica social Emilie Caspar en el Instituto Holandés de Neurociencia, un grupo de voluntarios se dieron choques eléctricos entre ellos.
En primer lugar, se les pidió a los participantes aplicar choques por una pequeña suma de dinero (unos US$6,5 cada vez). Cuando les dieron a los voluntarios 60 oportunidades para infligir choques eléctricos a sus compañeros, alrededor de la mitad de las veces decidieron no hacerlo.
Entre el 5-10% de los participantes prefirieron no administrar los choques a sus compañeros en el total de las 60 ocasiones.
Luego, Caspar ordenó a la persona encargada de aplicar los choques que lo hiciera. Ahora, incluso los participantes que no habían dado ningún choque previamente empezaron a presionar el botón.
Tan pronto como Caspar dio órdenes, la actividad cerebral de los participantes también cambió, según mostraron escaneos a partir de electroencefalogramas.
El estudio de los escaneos mostró que el cerebro se volvió menos capaz de procesar las consecuencias de las acciones de los participantes. Para la amplia mayoría de ellos, su sentido de responsabilidad empezó a esfumarse.
“He hecho la prueba con más de 450 personas y hasta ahora solo tres se han negado a seguir las órdenes”, dice Caspar. “¿Por qué estas personas son diferentes de las demás?”
Estudios en pacientes con daño cerebral localizado están ayudando a responder parcialmente esa pregunta. Cuando las personas sufren lesiones en la corteza prefrontal, la capa más externa de la parte frontal del cerebro, parecen ser mucho más propensas a seguir órdenes que la población general.
“Escuchan a las autoridades muy fácilmente y son menos capaces de dudar de ellas”, dice Erik Asp, profesor asistente de psicología en el Colegio de Artes Liberales de la Universidad de Hamline, en EE.UU. “Eso significa que si una figura de autoridad te dice que lastimes a otra persona, es más probable que lo hagas”.
¿Qué sucede en esa parte del cerebro que nos ayuda a enfrentarnos a la autoridad?
La pregunta ahonda en asuntos filosóficos, como la naturaleza y las bases neurológicas de creer en algo.
Aunque no hay un consenso científico claro, el modelo Spinoza sugiere que, para entender una nueva idea o un hecho, nuestro cerebro debe, por una fracción de segundo, creerla por completo.
“El acto de entender es el acto de creer. Lo que sea que son esos procesos, son lo mismo”, dice Asp.
Tras una fracción de segundo, la persona puede entonces dudar o rechazar esa nueva información. “Puedes usar un proceso separado neuropsicológico para dejar de creer en esa representación mental” señala Asp.
Para los pacientes con lesiones en la corteza prefrontal del cerebro, esa segunda parte del proceso se ve afectada, argumenta Asp. Así que, en lugar de pensar dos veces sobre lo que dice una figura de autoridad, estas personastienen más probabilidades de asumir la orden.
La educación es una de las mejores maneras de mejorar la capacidad para dudar, señala Asp, y por lo tanto la capacidad para pensar críticamente sobre las cosas que nos ordenan hacer.
Un bien mayor
Hay otro factor determinante que influye en la manera en que se comportan las personas.
Cuando una figura autoritaria nos pide hacer algo, por lo general lo hacemos porque nos hacen creer en la causa detrás de la orden, señala Megan Birney, psicóloga de la británica Universidad de Chester.
En un experimento, Birney y sus colegas midieron cuántas personas abandonaban un ejercicio en el que les ordenaban hacer algo moralmente objetable.
Los participantes tenían que adherir términos negativos a grupos de personas en fotos. Las imágenes al principio mostraron grupos fáciles de rechazar, como nazis o el Ku Klux Klan. Pero poco a poco, mostraron grupos más neutrales y acabaron exhibiendo fotos de familias o de niños.
Asignar términos negativos a grupos indefensos de personas tuvo la intención de hacer que la mayoría de los participantes se sintiese incómodos.
Los que siguieron adelante con el ejercicio creyeron que contribuían con algo importante, un riguroso estudio científico, y eso los impulsó a continuar.
“Cuando estás en una situación conflictiva, tienes voces compitiendo entre sí. Una te dice sí y otra no. Es con la que sea que más te identifiques lo que te llevará a pensar qué es correcto y tomar una decisión”, apunta Birney.
Ser capaz de enfrentarse a la autoridad no depende de la valentía o el valor, la confianza o la terquedad. Los procesos cerebrales para rechazar ideas de figuras de autoridad están comenzando a revelarse.
Dada esta complejidad, encontrar formas de entrenarse para superar la resistencia a la autoridad puede parecer increíblemente desafiante.
“Mi objetivo es hacer que las personas puedan resistir”, dice Caspar. “Incluso en el ejército, los soldados tienen el deber legal de cumplir órdenes, pero también de negarse a seguir órdenes ilegales o inmorales”.
“Se trata de hacer que las personas piensen más sobre su propia responsabilidad, incluso si no se sienten responsables porque están siguiendo órdenes”, señala la investigadora.