Los científicos realizaron dos experimentos en los que participaron 40 personas.
En el primero los participantes tenían que determinar la edad de 35 hombres y 35 mujeres que se les mostraron en fotografías. Algunas de las personas de las fotos sonreían, mientras que otras tenían una expresión facial neutra. La apreciación general fue que las personas que sonreían eran más viejas que las que no lo hacían. No obstante, cuando en una segunda sesión les mostraron dos fotos de las mismas personas con expresiones faciales distintas (sonriendo y serias), la mayoría concluyó que sonreír rejuvenecía a la persona.
Según los investigadores, esa discordancia se debe a la creencia, sólidamente implantada por los medios de comunicación, de que sonreír nos quita un par de años, una convicción que, tal y como demostró el experimento, es errónea.
En el segundo experimento participaron otras personas, a las que se les mostraron 30 fotografías de rostros humanos con tres expresiones faciales cada uno: sonriendo, relajada y sorprendida.
Los resultados fueron similares: los participantes señalaron que la persona sonriente aparentaba ser mayor de lo que realmente era, pero después admitieron que inicialmente habían valorado las caras sonrientes como las de aspecto más joven.
Las caras de sorpresa en cambio, les parecieron más jóvenes, aunque confesaron que si no hubieran respondido de manera inconsciente habrían tenido tendencia a considerar lo contrario.
Desde una perspectiva científica, las personas sonrientes aparentan mayor edad porque al sonreír se nos forman arrugas alrededor de los ojos. Cuando ponemos cara de sorpresa, al contrario, la cara se nos desarruga.
"Nuestros resultados han dejado aún más claro que la misma persona puede creer que la sonrisa nos da una apariencia más joven, y al mismo tiempo considerar que una personas sonriente es mayor que otra relajada", afirma uno de los líderes de la investigación, Tzvi Ganel.